sábado, 24 de diciembre de 2011

lunes, 19 de diciembre de 2011

Brianda de Mendoza

Montserrat Rodríguez Posilio

Brianda de Mendoza (Guadalajara, 1470 - 1534), como la práctica mayoría de las mujeres de la familia, es una auténtica desconocida; se da la paradoja de que su nombre es muy popular, porque lo lleva el instituto, pero lo más que se sabe de ella (a nivel general, lógicamente) es que fundó un convento.

Sin embargo la labor de Brianda fue mucho más allá de la fundación del convento. Para empezar, lo que ella creó fue un beaterio y un colegio de doncellas, que tiene unas connotaciones totalmente distintas a las que conlleva la fundación de los conventos; también encargó a Covarrubias la construcción de la iglesia de la Piedad.

Brianda de Mendoza fue una auténtica mecenas, y su obra se sitúa al mismo nivel que la de sus parientes masculinos. El beaterio se instaló en el palacio que había heredado de su tío, Antonio Mendoza.






En Guadalajara, los Mendoza adquirieron casas, propiedades comerciales, molinos, almazaras, etc., lo que dio lugar a que en ella se instalaran todos los órganos del gobierno ducal, y se gestase y dirigiese su proyecto económico.

Pero el Estado mendocino se basaba también en una unidad cultural: a la manera italiana, utilizaron la arquitectura y el urbanismo como una manera de mostrar y afirmar su prestigio.

El Palacio Ducal, donde se constituye una verdadera corte, la Iglesia de Santa María la Mayor (antigua mezquita), la ampliación de la Plaza Mayor y la reconstrucción del Convento de San Francisco destacan como obras más importantes.




Ostracismo de género



Sofonisba Anguissola










lunes, 12 de diciembre de 2011

Zarabandas



Arcangelo Corelli (+1713)









Georg Friedrich Händel (+1759)

martes, 6 de diciembre de 2011

El autor del "Lazarillo"







Alfonso de Valdés nació en Cuenca en la última década del siglo XV; fue el sexto de doce hermanos. [...] Sus dos Diálogos se debieron de publicar en Italia después de su muerte, y probablemente también su Lazarillo de Tormes. De los Diálogos se conserva una edición gótica sin lugar ni año; del Lazarillo, las primeras que nos han llegado son, como he indicado, de 1554. Sus dos Diálogos se atribuyeron siempre a su hermano Juan a pesar de las evidencias que le señalaban a él como su autor. A finales del siglo XIX, se le reconoció por fin la autoría del Diálogo de las cosas acaecidas en Roma o Diálogo de Lactancio y un Arcediano. Pero hasta 1925 no se le devolvió su Diálogo de Mercurio y Carón. Marcel Bataillon fue quien lo hizo al señalar cómo la censura inquisitorial a ese texto [...] era un documento innegable de que Alfonso de Valdés era su autor. En efecto, en marzo de 1531, el censor, el Dr. Vélez, dice del texto manuscrito que le había cogido al canónigo Diego de Valdés: "Compuso este libro su hermano Alonso de Valdés, secretario de su Majestad para las cosas de latín".
Esta era la atmósfera en la que escribía Alfonso. La Inquisición había prohibido antes el Diálogo de doctrina cristiana (1529) de su hermano Juan, que tuvo que marcharse a Italia para evitar que le procesaran. No es, pues, raro que La vida de Lazarillo de Tormes, agudísima sátira erasmista, viviera tantos años oculta; sólo la mutilación de su texto oscureció algo su sentido y permitió que saliera a la luz en España a principio de los años cincuenta; las cuatro ediciones conservadas en 1554 dan prueba de ello. La Inquisición lo prohibiría cinco años más tarde.
Mutilado, prohibido, expurgado. Pero el texto permanece con su intensidad, con su fuerza, con su belleza. Siempre lo hemos leído como una obra anónima, pero no es hija de la piedra, sino del mejor prosista de la primera mitad del siglo XVI, el mejor valedor de Erasmo en España: Alfonso de Valdés.

Ir tirando de los sutiles hilos que enlazan los dos Diálogos y el Lazarillo a esas obras no sólo descubría los gustos de Alfonso de Valdés, sino que trababa con nudos cada vez más indisolubles la asombrosa autobiografía de Lázaro con los Diálogos del secretario del Emperador. Y al mismo tiempo le daba un marco literario en el que Lázaro adquiría sentido: podría haber sido un Pármeno adolescente, sólo que su creador decidió alejarlo del ámbito de Celestina y convertirlo en testigo y víctima de la actuación de una serie de personajes del ámbito eclesiástico y de un único cortesano. En vez de dar voz a las ánimas para que contaran su vida a seres literarios en un lugar literario, creó a un pobre muchacho y lo hizo vivir en un tiempo y en un espacio reales para que viera y notara en su propia carne cómo actuaban los ciegos rezadores crueles, los clérigos mezquinos, los hidalgos escuderos muertos de hambre que soñaban con ejercer vilmente el servicio a un señor, los frailes mercedarios con sus trotes, los bulderos estafadores que mostraban el vergonzoso negocio de las bulas, los capellanes explotadores, los arciprestes amancebados que buscaban una apariencia supuestamente digna para esta situación… La elección de los amos de Lázaro la hizo un erasmista convencido, además de un escritor genial. Por eso no les puso nombre, para que fueran más que personajes, representantes de un estado; uno de muchos. Sólo que su maestría literaria demostró que los hombres sin nombre pueden también ser inmortales.




















viernes, 2 de diciembre de 2011

El público prefiere...