miércoles, 28 de marzo de 2012

La crisis del siglo XVII


La primera mitad del siglo XVII fue una época de dificultades en Europa pero, desde 1650, superado el peor periodo, coincidente con la Guerra de los Treinta Años, la recuperación se extendió y se consolidó.








De 1500 a 1700, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Suiza y Portugal pasaron, en promedio, de 12 a 25 habitantes por kilómetro cuadrado; España, de 11 a 15.

Entre 1480 y 1580, el periodo de auge de la corona castellana, Cataluña registró una tardía salida de la crisis bajomedieval y una modesta recuperación poblacional (en 1591, tenía 11 habitantes por kilómetro cuadrado, la densidad demográfica del conjunto de España en 1500), el Reino de Murcia siguió estando muy poco poblado, y el de Valencia, aunque creció más en el siglo XVI, afrontó en 1609 la sangría demográfica de la expulsión de los moriscos, el 27% de su población.

Al inicio del siglo XVIII la posesión de inmensas colonias en América no podía compensar la desventaja que implicaba esa baja densidad demográfica (y económica). Hacia 1700, el escuálido aumento del tamaño demográfico y productivo de España había defraudado las perspectivas existentes en 1500 para una renovada colonización agraria de su superficie, tan vasta como poco poblada.







Las dañinas consecuencias de la costosísima y prolongada política imperial de la Monarquía constituyen, seguramente, el factor que más contribuyó al desplome económico castellano del largo siglo XVII. Aquellas fueron ubicuas, económicas, políticas y sociales, y actuaron tanto a corto como a largo plazo. Para mantener la hegemonía política y militar en Europa, y defender el patrimonio dinástico, los Austrias acrecentaron sus bases fiscales, elevando tributos y creando otros nuevos, a fin de ampliar su capacidad de endeudamiento.

A cambio del apoyo de las élites, los Austrias renunciaron a ampliar su autoridad, y ello tuvo dos efectos. De un lado, una fiscalidad más heterogénea y una soberanía más fragmentada, con más agentes con prerrogativas para intervenir en los mercados y los tráficos. De otro, el progresivo control de la nobleza y las oligarquías locales sobre las tierras concejiles, la mayor reserva de pastos y suelos cultivables.

La Corona de Castilla soportó el grueso de una escalada fiscal que, iniciada en el último cuarto del siglo XVI, cuando la economía castellana trasponía su cénit, alcanzó el suyo en 1630-1660, coincidiendo con el fondo de la depresión. Su primer crescendo, en la década de 1570, perturbó el comercio, aumentó la fragilidad de muchas economías campesinas, acosadas por el alza de la renta de la tierra, y empobreció a las clases urbanas, cuyas subsistencias ya venían encareciéndose. Imperturbables, la nobleza y el clero, total o parcialmente exentos de cargas fiscales y partícipes en las rentas reales, siguieron ingresando hasta fin de siglo abultadas rentas territoriales y diezmos, y vendiendo sus frutos a precios crecientes, con lo que se acentuó un intenso proceso de redistribución del ingreso en contra de la mayoría de los castellanos. Cuando las cosechas cayeron abruptamente en las décadas de 1580 y 1590, descenso propiciado por un cambio climático desfavorable que se sintió en toda Europa, las vías hacia la recesión y la contracción demográfica quedaron expeditas.

Este apretado recorrido por la España del siglo XVII ofrece dos lecciones de actualidad. Una, que no hemos aprendido, subraya la conveniencia de mantener separados megalomanía y gasto público. La otra, que quizá aún podamos atender, concierne al reparto social del coste de las crisis económicas.

domingo, 25 de marzo de 2012

De las Constituciones

La Constitución de 1812 fue derogada muy pronto y un sector muy importante de aquella sociedad, de esos que se supone querían liberar a la Patria, encabezados por la nobleza y la Iglesia católica, lo que defendieron fue restaurar el absolutismo y mandar a la soberanía nacional a la cárcel y al exilio.

Las constituciones del siglo XIX que más duraron fueron muy conservadoras y el siglo XX, hasta 1978, estuvo marcado por las dictaduras y la negación del constitucionalismo.

La Constitución republicana de 1931, en el papel la más democrática de todas, que otorgó por primera vez el voto a las mujeres e introdujo, por ejemplo, el matrimonio civil y el divorcio, sufrió ataques frontales desde el principio y la derecha católica, con José María Gil Robles a la cabeza, pidió su “revisión total” por ser “tiránica”, “persecutoria”, “vergonzosamente bolchevizante”, antes de que un golpe de Estado y una guerra civil la liquidaran. Ninguna institución democrática actual ha querido o se ha atrevido a conmemorarla, celebrarla cuando cumple años (80 el pasado diciembre), y menos todavía reconocerla.

lunes, 19 de marzo de 2012

La Pepa, bicentenaria

"Si así lo hiciérais, Dios os lo premie; y si no, os lo demande."




“Cuando España alzó el grito de la independencia, sola entre las naciones del continente que habían sido ya esclavizadas o iban a serlo bien pronto, todos los amantes del bien volvieron admirados los ojos hacia ella…”.
José Blanco White




El año de 1808 fue un año bisagra para los españoles “de los dos hemisferios”, y aun para los lusitanos de ambos lados del Atlántico. Fue un parteaguas, al desencadenarse entonces, tras la invasión napoleónica, un proceso revolucionario que cambió alianzas, soberanías y Estados.

En España, con Carlos IV entregado a manos de los franceses, los españoles americanos sintieron que en sus manos había recaído la soberanía y si bien la proclamación de sus Juntas fue de lealtad a Fernando VII, ese ejercicio de autogobierno resquebró para siempre la condición de súbditos del Rey y dio nacimiento, para siempre, a la nueva condición de ciudadano, consustancial al liberalismo.

Convocada las Cortes, en Cádiz, en 1810, por vez primera se ejercía por el pueblo la nueva potestad constituyente. La representación abarcaba no sólo a los diputados de las provincias de España sino también a los de América.







En esas Cortes, dice Benedetto Croce en su Historia de Europa, nace el sentido político de la palabra liberal. En efecto, se plasman en leyes y textos constitucionales, todos los grandes principios: libertad de expresión del pensamiento, soberanía nacional, separación de poderes, libertad de conciencia, abolición de la Inquisición con todo su peso de oscurantismo… En esa ciudad sitiada por el ejército francés, bombardeada por los cañones del mayor artillero de la historia, amenazada por carencias y enfermedades, se soñaba un nuevo mundo y construir un nuevo régimen. Y así se hizo.







En España duró poco, por la traición de Fernando VII, pero aquella Constitución proclamada el día de San José (de ahí “la Pepa”) sobrevivió como programa político y hasta hoy sigue siendo una fuente de inspiración.

En América fue el camino para la Independencia. La literatura independentista, como es natural en tiempos de cambios revolucionarios, construyó una imagen de España pura oscuridad, pero felizmente la nueva historiografía, paso a paso, viene reparando esa errónea ausencia.

Pensar en lo que aquella gente hizo, en aquel momento y circunstancia, es una convocatoria a la voluntad de preservar su legado. Porque la filosofía liberal, entendida en su amplitud y profundidad, reclama constantemente de todos sus fieles. La herencia liberal incluye también códigos de cohesión social que fueron el natural desarrollo de su filosofía generosa, tergiversada por quienes, en su nombre y en su hora, pretendieron minimizar el Estado democrático y olvidar su rol de garante de los equilibrios de la sociedad.
Julio María Sanguinetti @ELPAÍS





Cómic La Pepa

jueves, 15 de marzo de 2012

Goya, el ilustrador ilustrado


El primer “fotógrafo de guerra sin cámara”, el artista sin mucho éxito en vida, defendió la educación de calidad, criticó los matrimonios de conveniencia, puso sobre la mesa la cara más cruel de la guerra y lo sangriento de la tauromaquia.








Dos obras de Francisco de Goya, con la Constitución como protagonista, informan acerca de la coyuntura política que sigue a 1812. Una es el último aguafuerte de los Desastres de la guerra, titulado "Esto es lo verdadero”. Una generosa figura femenina, sobre el fondo de un resplandor que como siempre indica la luz de la razón, acoge a un personaje masculino, sin duda trabajador del campo. No hay idealización alguna en la representación de éste, y sí en cambio en la de la mujer que alza el brazo izquierdo, con el índice hacia el cielo, símbolo de la Constitución de Cádiz. De ese encuentro del trabajo con el orden constitucional surgirá la abundancia.









Solo que la Constitución llega en año de miseria, con la hambruna del siglo, anuncio de décadas en que ni absolutistas ni liberales tendrán recursos para consolidarse. Los “desastres de la guerra” y la pérdida del Imperio continental en América —fin del sueño de la "nación española de ambos hemisferios"— hicieron inviable la utopía constitucional.







A fines de 1814 Fernando VII ha restaurado el absolutismo y el Ayuntamiento de Santander encarga a Goya su retrato, en el cual deberían aparecer la figura del león hispano cuyas garras han roto las cadenas y una alegoría de España. Goya cumple el encargo, alterando a fondo su contenido. El león de las cadenas rotas parece una alimaña. Y detrás del rey, la hermosa figura femenina no representa a España, sino por el índice levantado de la mano izquierda, a la Constitución. El triunfo de la restauración absolutista no es definitivo. El juego de imágenes, en línea con tantas otras creaciones de Goya, del
Sueño de la razón a Lux ex tenebris, anuncia una tensión entre luz y oscuridad, búsqueda de la libertad y persistencia de la opresión, cuyas oscilaciones pendulares alcanzan hasta nuestros días.



La revolución española


El primer fotógrafo de guerra




jueves, 8 de marzo de 2012

Las Maestras de la República


Pepita Uriz


La terrible venganza que se desencadenó sobre este colectivo, quizá el más represaliado, dice mucho de la labor que desempeñaron. De las maestras molestaba especialmente al régimen franquista la imagen que proyectaron de mujeres liberadas de la sumisión que entonces imponían los usos sociales. Con la guerra llegó la oscuridad y después el nacional-catolicismo. Hubieron de pasar décadas hasta que España contara con una generación de docentes con una formación tan esmerada como la que hubo en aquel entonces.





Balbina Medrano



Muchas fueron fusiladas a los pocos días del golpe de Estado, otras caerían avanzada la guerra. Las que tuvieron mejor suerte siguieron extendiendo sus conocimientos en las cárceles, en el exilio, con los niños de la guerra, o en el huerto de la casa, apartadas para siempre de uno de los pocos trabajos que la mujer había conquistado para su independencia y realización personal y profesional. Ellas y sus compañeros fueron el mejor activo de aquella República de los Maestros, que pretendía construir una democracia donde formar ciudadanos libres y solidarios.

Julia Vigre, Antonia Adroher, Pepita Uriz, Balbina Medrano, Veneranda Manzano, Palmira Pla, Regina Lago, Emilia Elías de Ballesteros… Ellas y cientos más fueron mujeres afiliadas a sindicatos, con activa participación política, pero, sobre todo, con una dedicación a las aulas que permitió extender un modelo pedagógico “basado en una educación publica, obligatoria, gratuita, activa, laica, bilingüe y solidaria que intentaba terminar con la discriminación por sexo o clase social”.
Carmen Morán - EL PAÍS Maestras completas




¿Quién dijo sexo débil?


Toda la vida trabajando

Un siglo de mujeres en la Universidad

Mujeres en la República

jueves, 1 de marzo de 2012

Proyecto Djehuty, 11ª campaña




Lo que comenzó como un pequeño proyecto para estudiar dos tumbas ha terminado por convertirse en el descubrimiento de toda una necrópolis.

José Manuel Galán y su equipo llevan 10 años excavando en la colina de Dra Abu el Naga. Esta semana volvían satisfechos tras terminar su undécima campaña.

Entrar en una cámara sepulcral con 3.500 años de antigüedad tiene algo de mágico. En el reportaje se pueden ver sus hallazgos más importantes: el sarcófago de la dama blanca, la cámara llena de momias de ibis y halcones y conocer las historias de Iquer el arquero, o de Djehuty, el personaje que da nombre a este proyecto y que dejó escrito en su tumba que no quería morir.

Djehuty fue un escriba real, supervisor del Tesoro y de los trabajos de los artesanos de la reina Hatshepsut, una de las pocas mujeres egipcias que ejerció de faraona en torno al año 1470 a. C. Sus enemigos borraron su cara para destruir su memoria, pero el trabajo de los arqueólogos españoles nos permite ahora conocer su historia.
ZULEMA LARRIPA (Informe Semanal) / AMÉRICA VALENZUELA (Radio 5)
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