miércoles, 31 de julio de 2013

El Nobel que no tuvo Rosalind

Cuando en 1952 vio el resultado de aquella radiografía espectral, un suspiro de alivio debió de salir del cuerpo de Rosalind Franklin: su teoría estaba confirmada. La científica inglesa había creado un ingenioso sistema para comprobar que «el secreto de la vida» tiene estructura de doble helicoidal, tal y como un año después corroborarían el biólogo James Watson y el físico Francis Crick en la revista Nature.




El problema llegó cuando esa primera «radiografía del ADN» fue sustraída sin permiso por Maurice Wilkins, compañero del laboratorio de Rosalind. Este científico mostró la prueba de la forma helicoidal a los anteriormente mencionados James Watson y Francis Crick. Un año después, los dos hombres escribían en la revista Nature cinco artículos explicando los nuevos descubrimientos en el ADN. Nueve años después, en 1962, Wilkins, Watson y Crick recibieron el Premio Nobel de Medicina. Rosalind Franklin nunca tuvo tal honor, pese a que Watson reconoció que sus aportaciones fueron fundamentales.




Tras conseguir graduarse en la Universidad de Cambridge a los 21 años, con el esfuerzo extra que suponía para una mujer enfrentarse a la oposición de su padre por querer dedicarse a la Ciencia, ingresó como investigadora en el King's College de Londres, donde sus compañeros tampoco se lo pusieron fácil. Rosalind Franklin (Kensington, Londres, 1920) empezó a destacar en sus trabajos bajo las órdenes de John Randall. Más adelante, su trabajo fue adquiriendo relevancia al sugerir la forma de estructura helicoidal del ADN. Sus innovadores experimentos le llevaron a conseguir la famosa «Fotografía 51», donde se aprecia la doble hélice, lograda gracias a la difracción de rayos X lograda con un ingenioso experimento.

Así se escribió uno de los capítulos más injustos contra las mujeres científicas. Después de todo su esfuerzo, de sobreponerse a los que no la permitían luchar en igualdad de condiciones, de morir en el laboratorio a consecuencia de un cáncer provocado por la radiación a la que se veía expuesta durante sus largas jornadas; pese a todo tuvo que ver cómo el reconocimiento pasaba de lado ignorándola.

FERNANDO MUÑOZ - abc

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