jueves, 24 de octubre de 2013

La "Unión de Armas"

En plena crisis institucional, con una monarquía desacreditada y unos reinos de España que habían perdido progresivamente la hegemonía en Europa, Olivares estableció un programa - Gran Memorial- para recuperar el poder del rey, fuertemente cuestionado, y el prestigio de la monarquía como institución. En definitiva se trataba de una reorganización de los recursos, que se consideraban mal gestionados, de tal manera que los gastos derivados de la acción política fueran sufragados igualmente por todos los territorios, y no sólo por Castilla, mediante la llamada Unión de Armas, cuya finalidad era ordenar y canalizar los recursos provenientes de los territorios periféricos, necesarios para mantener un ejército capaz de hacer frente a los conflictos abiertos y, de paso, establecer la periodicidad y seguridad de las entregas a la Hacienda real.







En Cataluña los campesinos se encontraban especialmente molestos por la presencia perturbadora de los soldados, enviados a tierra catalana para estar más cerca del campo de operaciones en la lucha contra Francia, lo que se unía a las ya difíciles condiciones de vida que padecían. La respuesta a todo esto fue la agitación que iniciaron, que tuvo su momento culminante tras la entrada y toma de la ciudad de Barcelona en el llamado "Corpus de Sangre" de junio de 1640, una de cuyas víctimas principales fue el virrey, marqués de Santa Coloma, que murió asesinado por las iras populares. Las masas urbanas se sumaron a la revuelta, generándose una crítica situación que alarmó a las propias autoridades locales, temerosas de la radicalización social del movimiento.

Los componentes del gobierno de la Diputación catalana dudaban en la actitud a tomar, teniendo en cuenta su manifiesta oposición a las directrices emanadas del poder central, que por su parte tenía que reaccionar ante los graves disturbios que se estaban produciendo, decidiendo el envío de tropas para intentar dominar la situación. El gobierno de la Generalidad se inclinó hacia la petición de ayuda a Francia, queriendo contrarrestar de este modo la presión militar que ya se estaba ejerciendo por parte de la Corte castellana, desde donde se consideraba cada vez con mayor intranquilidad el grado de subversión que había alcanzado la revuelta de los catalanes, sobre todo una vez que éstos reconocieran a Luis XIII de Francia como soberano.

Se concretaba así la separación de Cataluña de la Monarquía hispana, reafirmada con el fracaso de las tropas reales castellanas ante Barcelona, al que seguiría la pérdida de Perpiñán. La frontera quedó fijada entre Cataluña y Aragón, permaneciendo estable durante algunos años, en el transcurso de los cuales se puso de manifiesto que la dominación francesa sobre Cataluña se haría incluso más insoportable que la sufrida hasta entonces y achacable al Gobierno de Madrid.

Fuente: artehistoria.jcyl.es

Conde-duque de Olivares. Gaspar de Guzman y Pimentel

Felipe IV




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