miércoles, 26 de febrero de 2014

Argelès-sur-Mer in memoriam


Hace 75 años, en febrero de 1939, había 100.000 ciudadanos españoles prisioneros en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, en el sur de Francia. Estaban encerrados en un enorme cuadrángulo, demarcado por una alambrada, que ocupaba una hectárea de arena en la playa.

Habría que sumar el resto de españoles que estaban encerrados en otros campos de concentración como Bram, Gurs o Saint Cyprien, y que constituían un gran total de 550.000 personas.

Aquella multitud había cruzado la frontera huyendo de la represión del Ejército franquista que, además de haber ganado la guerra, buscaba erradicar de España a cualquier persona que no se ajustara a los estrechos lineamientos del nacionalcatolicismo.

Los 100.000 prisioneros del campo de concentración de Argelès-sur-Mer llegaron a esa playa en un mes de febrero especialmente frío, en el que la temperatura por la noche descendía hasta menos 10 grados centígrados. En el campo no había ninguna infraestructura, ni barracas, ni letrinas, ni un rincón en el cual refugiarse, así que los prisioneros tenían que dormir por turnos, a la intemperie, en un agujero cavado con las manos en la arena, mientras uno de sus compañeros hacía guardia para despertarlos cada 10 minutos, y así evitar que alguno se quedara dormido mucho tiempo y muriera congelado. Tampoco había leña para hacer fogatas, pero algunos, para paliar el frío atroz, hacían hogueras con sus pertenencias, quemaban sus botas, sus gorras, sus cinturones, sus macutos.

En esas condiciones pasaron semanas, meses y algunos hasta años, encerrados en ese gran corral a la intemperie que estaba custodiado por spahis, soldados marroquíes del Ejército colonial francés, que llevaban una vistosa capa roja, montaban unos caballos bajitos de Argelia y tenían la orden de disparar contra cualquier español que tratara de brincarse la alambrada.

Las opciones para quedar en libertad eran muy pocas. Podía irse el que encontrara una familia francesa que pudiera hacerse cargo de él, o quien se inscribiera en el Ejército francés para pelear en la II Guerra Mundial que ya empezaba, o el que estuviera dispuesto a regresar a España y asumir la penalización que le esperaba. El resto se quedaba ahí, a sobrevivir como podía, a sortear las enfermedades que se expandían por el campo, neumonía, disentería, tifoidea, tuberculosis, tiña, sarna, lepra, todo complicado con las úlceras que producía en la piel el contacto ininterrumpido durante meses con la arena.

Después de un temporal, con grandes olas, que inundó toda la superficie del campo, la playa amaneció llena de cadáveres. Sobre esa arena, de esa playa que hoy es un importante lugar de veraneo para las familias francesas, murieron cientos, probablemente miles, de españoles de frío, de hambre, de enfermedades desatendidas.

Aquellos campos de concentración constituyen una página oscura de la historia de Francia que ha sido extirpada de la historia oficial; de la misma manera que en España ha sido extirpada la infame represión franquista. ¿Y qué hacían Europa, y las democracias occidentales, mientras aquellos cientos de miles de españoles agonizaban, despojados de su nacionalidad, en los campos de concentración? Miraban, con gran cinismo, para otra parte, todos excepto México, que no solo denunció lo que estaba sucediendo, sino que implementó un operativo diplomático.  

Europa, el continente de los derechos humanos, da un trato inhumano a los inmigrantes. Los cadáveres moviéndose con el vaivén de las olas en la playa de Lampedusa son el eco nefasto de aquellos cadáveres que estaban, no hace mucho, sobre la playa de Argelès-sur-Mer.

Es la evidencia de que, de aquello que pasó hace apenas 75 años, no hemos aprendido nada, que aquel capítulo negro en la historia de Europa, en el que las víctimas fueron nuestros padres y nuestros abuelos, no ha dejado ninguna huella ni ha provocado ninguna reflexión.

“Su desgracia: haber luchado para defender la Democracia y la República contra el fascismo en España de 1936 a 1939. Hombre libre, acuérdate”



El rapto de Europa (boceto)

Las maestras de la República

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