martes, 17 de febrero de 2015

Giner de los Ríos

El hombre que modernizó la educación en España


La obra de Francisco Giner de los Ríos no fue un proyecto exclusivo de renovación filosófica, sino, sobre todo, un amplio programa reformador de la vida española que tuvo como núcleo vertebrador la dimensión pedagógica, la construcción interior de un hombre nuevo que mediante una educación laica y de profunda base científica y moral diese un vuelco a la anquilosada vida pública española.

Giner de los Ríos fue un hombre de pensamiento pero también de acción. Su legado como ensayista y filósofo no hubiera sido tan destacado sin su mayor creación: la Institución Libre de Enseñanza. Un proyecto que él mismo edificó y dirigió –junto a otros ilustres como Gumersindo de Azcárate o Nicolás Salmerón– en el que defendían la libertad de cátedra y rechazaban las correas dogmáticas que trataban de imponerles.

La Institución Libre de Enseñanza arrancó en 1876 como un organismo educativo privado y laico. Primero en las universidades y después en los ámbitos de la educación primaria. Hasta 1936, año en el que comenzó la Guerra Civil, un conflicto en el que además el bando sublevado confiscaría todos sus bienes, la ILE se convirtió en la vanguardia de la educación con sus novedosas técnicas que rompían con todo lo anterior.

El oxígeno que la ILE aportó a la decadente España de finales del XIX fue fundamental para conformar el sentir de los futuros miembros de la Generación del 27. Aquella ILE fue una puerta de entrada para el pensamiento de algunas de las mentes más destacadas del panorama internacional, como Charles Darwin, John Dewey, María Montessori, León TolstoiH. G. Wells, que colaboraron con el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza (BILE). Un Boletín en el que también se recogieron voces españolas destacadas como las deSantiago Ramón y Cajal, Miguel de Unamuno, Gabriela Mistral, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, Azorín o Eugenio D'Ors.


Ronda, Málaga, 10-10-1839 / Madrid, 17-2-1915
 
 
 
 


domingo, 1 de febrero de 2015

Oxígeno


Una tradición (que debe tanto al pensamiento antropocéntrico como a las películas de astronautas) ha consagrado culturalmente al oxígeno como condición esencial de la vida. No lo es. El oxígeno da cuenta del 21% de la atmósfera actual, y ciertamente es esencial para la vida humana; pero sus niveles durante la primera mitad de la historia del planeta no superaron el 0,001% (una cienmilésima) de la concentración actual. Redondeando un poco, la vida surgió y evolucionó en nuestro planeta en ausencia de oxígeno. Y fue ella quien creó nuestra atmósfera actual.

Los últimos datos confirman un ‘gran evento de oxidación’ hace 2.000 millones de años, hacia la mitad de la historia de la vida en el planeta, asociado al origen de las células modernas, o eucariotas: las células de las que estamos hechos todos los organismos mayores que una bacteria. Otro incremento del nivel de oxígeno tuvo lugar hace 600 millones de años, coincidiendo con el origen de los animales. Al oxígeno nos debemos.

Pero el oxígeno también se debe a nosotros, en un sentido biológico más profundo. Hoy se considera demostrado que los primeros seres vivos del planeta fueron bacterias (y arqueas, similares a las bacterias) anaeróbicas, es decir, que viven en ausencia de oxígeno. Y que precisamente fue la actividad de algunas de ellas las que fueron incrementando los niveles de oxígeno en la atmósfera pretérita. Las bacterias fotosintéticas, que obtienen su energía directamente de la luz del Sol y producen oxígeno como un material de desecho, son antiquísimos pobladores de la Tierra, según las evidencias paleontológicas y genéticas.

La Tierra nació hace 4.500 millones de años, junto al resto del Sistema Solar; las evidencias fósiles de las bacterias más antiguas datan de hace 3.500 millones de años; y el primer incremento significativo de oxígeno –el ‘gran evento de oxidación’— solo ocurrió mucho después, hace 2.000 millones de años. En geología, un ‘evento’ puede durar millones de años, y solo es brusco en comparación con las parsimoniosas cadencias habituales en esta disciplina.

La relación entre el ‘gran evento de oxidación’ y el origen de las células modernas es una propuesta de la fallecida Lynn Margulis y otros investigadores. No en vano fue la propia Margulis quien propuso, en los años sesenta, que las mitocondrias de nuestras células proceden de antiguas bacteria de vida libre.

Estos orgánulos (pequeños órganos) son quienes gestionan el oxígeno en nuestro cerebro y en el resto de nuestro cuerpo. Margulis pensaba que el incremento de oxígeno hace 2.000 millones de años fue precisamente lo que llevó a otras células a ‘engullir’ a aquella primitiva bacteria comedora de oxígeno, dando lugar a la célula moderna. Tal vez tuviera razón.

JAVIER SAMPEDRO - @ELPAÍS



Glóbulos rojos. / Annie Cavanagh (creative commons)


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