sábado, 3 de octubre de 2015

Darwin y los pinzones de las Galápagos

Los pinzones de las islas Galápagos son el icono por excelencia de la biología evolutiva, porque fue el hecho de que su pico tuviera una forma muy distinta en cada isla lo que reveló a Charles Darwin, durante la expedición del Beagle en la década de 1830, que las especies no eran estables, sino que variaban bajo las distintas presiones del entorno.

 
 
 
 
"Cuando me fijo en esas islas", anotó Darwin en su diario en julio de 1836, en referencia a las Galápagos, "todas a la vista unas de otras y moradas por esos pájaros que solo difieren un poco en estructura y que ocupan el mismo lugar en la naturaleza, debo sospechar que son variedades... Tales hechos socavan la estabilidad de las especies".
 
Las variaciones entre unos pinzones y otros afectan a todo el cuerpo, y también a rasgos como el comportamiento y el tipo de canto, pero son particularmente llamativas en la forma del pico. Este fue el rasgo que llamó la atención de Darwin. Y también es el que permite a estos pájaros alimentarse de fuentes tan dispares como semillas, insectos, el néctar de las flores de un cactus local o incluso la sangre de las iguanas.
 
El caso de los pinzones de las Galápagos, como el de otros animales de esas islas, es un ejemplo de lo que hoy se denomina una "radiación adaptativa". El ancestro de todas esas variedades de pinzones llegó del continente hace dos millones de años, más o menos cuando los primeros Homo erectus evolucionaron en África. Su separación en poblaciones relativamente aisladas en las distintas islas -lo que restringió el flujo genético entre ellas- y el hecho de que la ecología de cada isla les impusiera un estilo de vida, y unas necesidades alimentarias algo distintas, se conjuraron para que los pinzones originales se hayan dividido en 15 especies distintas en solo dos millones de años.
 
 
  
 
 

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