miércoles, 8 de marzo de 2017

Isabel Barreto, la primera almirante


La Conquista sigue siendo un periodo condenado al ostracismo, en este caso por lo incómoda que resulta para ciertas ideologías pujantes y el rechazo consciente de las carpetovetónicas. Llama la atención la atonía con que se trata comparado con las historias de piratas: la casi desconocida exploración del Pacífico por los españoles le da veinte patadas a cualquiera de ellas.

La figura femenina ha pasado prácticamente desapercibida en el relato colonial, en el que el conquistador típico era un varón soltero de unos treinta años, a pesar de que se calcula que aproximadamente uno de cada cuatro colonos españoles en América era mujer. Esto se debe a que en las crónicas, la mayoría escritas por frailes o misioneros, se las suele omitir. El caso es que existe una larga tradición hispana de mujeres acompañando a sus soldados, pero es lo que tienen los prejuicios, que se perpetúan.





Hay una expedición asombrosa por varios aspectos únicos, el segundo viaje del adelantado Álvaro de Mendaña a las islas Salomón. No solo es el viaje más largo realizado en el Pacífico con esos cascarones de madera de apenas trescientas toneladas que llamaban naos, sino que además acabó siendo dirigido por su esposa, doña Isabel Barreto, primera almirante de la historia de España, además de gobernadora y adelantada.

Y aquí llega lo mejor del asunto… lo que se conoce viene escrito por mano de un enemigo acérrimo, el piloto mayor de la expedición, el portugués Pedro Fernández de Quirós.

Isabel nació en Pontevedra en 1567, en el seno de una rica familia de exploradores y gobernadores portugueses. La familia se trasladó al virreinato del Perú, donde formaron parte de la alta sociedad limeña. Allí conoció en 1585 a Don Álvaro de Mendaña, que con cuarenta y cuatro años le doblaba la edad, y con el que se casó.

Mendaña había descubierto las islas Salomón en su primer viaje y desde entonces había dedicado la friolera de veinticinco años a obtener la autorización pertinente para volver y poblarlas, además de aprestar la expedición; en estos preparativos ayudaron los cuarenta mil ducados que puso doña Isabel de su dote (que al cambio actual equivalen a un montón de dinero, más o menos) y la llegada del nuevo virrey don García Hurtado de Mendoza.

En 1595 la pequeña flota se hizo a la mar desde El Callao en busca de las míticas Salomón, de donde supuestamente salió el oro para construir el famoso templo bíblico. Formaban parte de ella casi trescientos hombres entre feroces soldados y supersticiosos marineros, que protestaron amargamente por la presencia de noventa y ocho mujeres y niños a bordo.

Las primeras islas que encontraron las bautizó Mendaña como islas Marquesas en honor del virrey. En la siguiente etapa del viaje, los días pasaban, la comida se consumía, pero ni rastro de las dichosas islas, a pesar de que su localización era conocida. El piloto mayor se convirtió en el centro de todas las críticas, aunque hay que decir que no era culpa suya, sino del deficiente sistema de cálculo de la longitud usado en la época. ALEJANDRO GARCÍA
Continuará


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