LIDIA JIMÉNEZ 02/01/2010
Hace casi 3.000 años existió en Andalucía una civilización rica y avanzada cuya grandeza, cuentan los eruditos, no fue igualada en mucho tiempo. A aquel pueblo, admirado por los griegos, se le denominó Tartessos, como el río que lo atravesaba, el actual Guadalquivir. La explotación de minas de oro y plata y el comercio con los fenicios la convirtieron en una sociedad más o menos organizada que fue conocida como la primera civilización de Occidente. Ahora, un equipo de investigadores del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), coordinados por el arqueólogo Sebastián Celestino y el historiador y antropólogo Juan José Villarías, rastrean 200 hectáreas del parque nacional de Doñana en busca de asentamientos humanos pertenecientes a aquella civilización que vivió en lo que son hoy las provincias de Sevilla, Huelva y Cádiz entre los siglos IX y VII antes de Cristo.
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Tartessos fue también el nombre del río al que los romanos bautizaron como Betis y los árabes como Guadalquivir (río grande). Los tartésicos, aculturados por fenicios antes de la llegada de los griegos, se dedicaban a la metalurgia, el comercio y la pesca. No se sabe si Tartessos fue también el nombre de su metrópoli más importante, una especie de capital tartésica, porque nunca se ha encontrado su ubicación.
En cualquier caso, hay imágenes que muestran la intervención humana en el área acotada. Las fotografías aéreas tomadas sobre las marismas desde 1956 muestran todas lo mismo en la parte sur: extrañas formas circulares de distintos tamaños (hasta 200 metros de diámetro) y, sobre todo, figuras rectangulares, imposibles de concebir como producto de la naturaleza. Esas imágenes se mostraron en la tesis del científico alemán Rainer Kühne (2004), que está convencido de que existió una gran ciudad tartésica que estaría ubicada en Hinojos. Kühne se basa en evidencias literarias de Estrabón y Pausanias.
Lo que sí está claro es que hay restos arqueológicos, muy probablemente tartésicos. La razón por la que nunca se había adentrado en el parque es que la mayoría de los investigadores partían de la premisa de que aquello siempre fue agua. Durante cientos de años, después de la última glaciación, aquello era agua, del mar, al principio, y de un gran lago, después. Esta teoría, sin embargo, está siendo revisada por los geólogos desde hace más de una década.
Sean cuales sean los hallazgos finales, la expectación sigue creciendo. El próximo 15 de enero, un arqueólogo estadounidense, Richard Freund, acudirá a Hinojos y dará un nuevo empuje a la tesis tartésica de Doñana. Junto a él viajará un equipo de National Geographic. Mientras se dispara el interés internacional, el CSIC insiste en las evidencias sobre el terreno.
La civilización perdida

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