ANATXU ZABALBEASCOA - Venecia - 27/08/2010
¿Qué decide la vida de las personas? ¿Las grandes decisiones o las pequeñas? La arquitecta Kazuyo Sejima (Ibaraki, Japón, 1956) piensa que son las pequeñas las que desencadenan la infelicidad o las que hacen posible una vida plácida. Explica que lo ha aprendido de los arquitectos que se fijaron en las personas -y en los comportamientos de esas personas- antes de dedicarse a analizar las formas. Por eso en esta XII edición de la Bienal de Venecia -la primera dirigida por una mujer- la arquitectura elegida por Sejima no quiere cambiar el mundo sino la vida de las personas en ese mundo. Esa es su propuesta.
Fuentes iluminadas de Olafur Eliasson - Kazuyo Sejima
Con las exposiciones que ha llevado a Venecia ha querido demostrar tres cosas: que no es la primera que lo intenta, que no está sola en ese empeño, y que, además, existen muchas maneras de hacerlo. Que un arquitecto reconozca hoy que hay sitio para muchos podría parecer una noticia en sí misma. En cualquier caso, deja claras las prioridades de ese arquitecto: se impone atender a las urgencias. En el caso de Sejima, urge comprobar lo que la arquitectura puede hacer por la gente. Y viceversa.
Si la propuesta de Aaron Betsky de hace dos años -sacar la arquitectura de los edificios- era de "gozoso pesimismo", las urgencias de Sejima podrían parecer serenas. No lo son.
Nube de Matthias Schuler (Transsolar) y Tetsuo Kondo
Para indagar en la relación entre la arquitectura y las personas (y en el espacio como origen de esas relaciones) Sejima expone las fotografías de Walter Niedermayr, que muestran cómo es el espacio público en Irán, el maravilloso estudio (literalmente reconstruido) de los arquitectos indios de Studio Mumbai, los esquemas con las costumbres cotidianas de la gente -que la desaparecida Lina Bo Bardi realizaba como trabajo previo a cualquier edificio-, las inquietantes fuentes iluminadas de Olafur Eliasson o la nube de Matthias Schuler (Transsolar) y Tetsuo Kondo -en la que se pueden experimentar los ejes efímeros de un espacio-. Todas esas instalaciones conforman un marco en el que, mental y físicamente, se puede experimentar el efecto de la arquitectura en nuestra comodidad, comportamiento, percepción y, tal vez, pensamiento.
La más arquitectónica llega de la mano de los portugueses Aires Mateus, que recortan paisajes para levantar, con esa misma huella material, nuevas obras. La más irreverente la lanza Rem Koolhaas que, en el año en el que le conceden el León de Oro, recuerda que la preservación, como la modernidad, es una invención occidental, inventa el palabro cronocaos y termina preguntando si debe China salvar Venecia.
Se buscan arquitectos de urgencia
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