Un grupo de obreros chinos trabaja en la construcción
de un edificio en Chengdu, en la provincia de Sichuan
La tercera Gran Depresión
JUAN LUIS CEBRIÁN
En 1872 una epidemia de gripe equina se declaró en los Estados Unidos de América. No se contagió a los humanos, pero causó estragos en el sistema productivo. La mayor parte del comercio y del transporte urbano se realizaba utilizando la fuerza de las mulas. Un alto porcentaje de ellas se vieron afectadas por la enfermedad y muchas murieron. Los tranvías de las grandes urbes se paralizaron, y también los ferrocarriles y los barcos, pues no funcionaban los transportes del carbón destinado a hacer funcionar sus calderas. Hasta el Séptimo de Caballería tuvo que echar pie a tierra, dejando a la infantería la exclusiva, por un tiempo, de la guerra contra los apaches.
Las crisis de 1873 y 1929 fueron sistémicas, y también lo es la actual. Sistémicas significa que no conciernen ni se refieren solo a la evolución y manejo de los ciclos económicos, sino al funcionamiento mismo de la economía.
Este tipo de acontecimientos marcan una inflexión en la historia de la humanidad, delimitan un cambio de paradigma. El mundo no es ya más el que era después de que se producen, porque el mismo mundo ya había cambiado antes, aunque los gobernantes y las opiniones públicas no se hubieran percatado de ello. Las crisis sistémicas constituyen el efecto y no la causa de dichos cambios. El pánico de 1873, que coincidió con el estallido de una burbuja inmobiliaria en Austria, corazón del imperio centroeuropeo, marcó también el comienzo del declive del británico y el inicio de la hegemonía americana. Hubo un deslizamiento de poder hacia el otro lado del Atlántico. De la Depresión de 1929 se derivó el auge de los fascismos europeos, que desembocaría en la Segunda Guerra Mundial. Hoy el poder económico, y el político también, se desplaza hacia los países asiáticos, en los que el capitalismo convive con formas de vida y organización social muy alejadas de los parámetros occidentales y de la democracia representativa.
Los acuerdos de Bretton Woods perdieron hace mucho su capacidad para hacer frente a los desajustes de nuestro tiempo. Tampoco el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial del Comercio responden hoy adecuadamente a las necesidades de una regulación global, sin la cual el sistema mismo no podrá sobrevivir. La reforma de las instituciones internacionales y multilaterales es precisa y urgente, pero no se vislumbra que nada parecido vaya a suceder en el corto plazo.
El pánico de 2008 tuvo mucho que ver con los fallos de las instituciones públicas y de los organismos reguladores, es decir, con los fallos de la política, y no solo con los del mercado propiamente dicho. El proceso de desregulación impulsado por los neoliberales potenció los excesos de la economía financiera, alimentados por la creatividad de los inventores de inventos y multiplicados por el uso de las redes informáticas y telemáticas a través de todo el mundo.
La eclosión de las hipotecas subprime en Estados Unidos se derivó en parte de las políticas de la autoridad federal, lo mismo que la burbuja inmobiliaria española es también consecuencia de las decisiones de cientos de ayuntamientos de financiarse a través de recalificaciones de suelo, embarcándonos, bajo la dirección y el amparo de los Gobiernos centrales y autónomos, en un modelo de crecimiento basado en el ladrillo y la consiguiente destrucción de nuestras costas.
La economía no existe al margen de la política, y es algo que los ciudadanos de los países democráticos recuerdan tozudamente a sus gobernantes a la hora de las elecciones. Por eso los votantes se han alejado del proyecto europeo: lo han hecho solo después de que el proyecto europeo se haya alejado de ellos.
Los Gobiernos europeos procuran inútilmente conjurar la crisis global con soluciones nacionales, mientras el poder internacional se desvanece y licúa. A este paso, la Comisión será un órgano eficiente a la hora de determinar el diámetro conveniente de los espárragos en lata, pero la ausencia de una política económica y fiscal, la irrelevancia de su política de defensa y de seguridad, la inexistencia de su política exterior y la sobreabundancia del reinado de los burócratas están acabando con el proyecto que un día alumbraron los fundadores de la Europa Unida.
Esta Gran Depresión de 2008 marcará la emergencia de China como futura próxima primera economía mundial y el establecimiento en Asia, y en países hasta ahora considerados periféricos o tercermundistas, de muchos centros de poder (económico, político y científico) que antes se ubicaban en nuestra vieja Europa. No pocos de los fundamentos de la democracia, un invento típicamente europeo, se van a ver trastocados en la nueva situación.
Los años diez - Javier Marías
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