Pícaro gordo
ELVIRA LINDO 28/04/2010
"Este fue a por leña, este la cortó, este puso un huevo, este lo frio y este pícaro gordo todo se lo comió". En aquel cuentecillo pienso cuando veo la que tenemos montada en España. ¿Quién empezó todo? Como siempre, la responsabilidad está repartida. Políticos y opinadores nunca decepcionan, agitan las almas de los ciudadanos y luego acusan al adversario de ser quien crispa. Estamos todos muy vistos. ¿Quién empezó? Un Gobierno socialista promovió una ley de memoria histórica que olvidó por el camino en cuanto otros asuntos urgentes se le ponían por delante; una oposición se comportó como si esa ley fuera una afrenta y el resultado es que no se consiguió un consenso para dar a los muertos serena y honrosa sepultura. La cosa acabó, por incompetencia de unos y mala fe de otros, en la Audiencia Nacional y, para rematar, se admitieron las querellas de dos organizaciones falangistas que desean ver sentado en el banquillo al juez que quiso investigar la dictadura. A partir de ahí, se desató la histeria. Unos a favor del juicio a Garzón, otros a favor del juicio al franquismo.
El resultado es desolador, estéril. No se ha conseguido enterrar a los muertos y sí, en cambio, desenterrar unos fantasmas que en nada benefician a la convivencia. El mensaje que está penetrando en gente nacida ya en democracia es que en este país no hubo personas con suficiente coraje para hacer justicia al pasado y que muerto Franco cundió un vergonzoso olvido. No lo creo. La democracia española se construyó sobre el antifranquismo y ese antifranquismo, me atrevería a afirmar, es compartido hoy por la mayoría de los españoles. Pero puede ser, claro, que llegue un momento en que, de tanto tentar a la suerte, encontremos a un caudillo berlusconiano que prometa salvarnos de la crisis amenazante y sea el pícaro gordo que se coma el huevo.
Preguntas
ALMUDENA GRANDES 26/04/2010
Si prevaricar es dictar resoluciones injustas a sabiendas de que lo son, ¿cómo se llama el asesoramiento gratuito que el juez Varela ha regalado a los abogados de Falange y Manos Limpias? Lo formulo entre interrogaciones, para que el Tribunal Supremo, tan susceptible con la libre expresión, no se sienta presionado por mi humilde persona. Y hablando de presiones, ¿por qué las críticas al Constitucional no se interpretan como tales, ni como faltas de respeto?
Dejando al margen la bochornosa imagen internacional que proyecta nuestro país, ¿por qué el tribunal no ha tenido en cuenta el dolor, la amargura de 113.000 familias que sólo aspiran a reivindicar la dignidad de sus seres queridos? ¿Cómo es posible que un tecnicismo legal sea más importante que el honor de los 113.000 españoles asesinados que siguen en las cunetas? Si sus herederos habían aceptado, con todo su retraso y sus limitaciones, la ley de Memoria Histórica, ¿quién crispa, quién desestabiliza, quién arriesga la convivencia? En ese sentido, ¿qué significa la airada imagen de Saénz de Santamaría chillando en el Congreso, cuando habría sido tan fácil para su partido homologarse de una vez con el resto de la derecha europea, poniéndose del lado de las víctimas? No habría hecho falta mencionar a ningún juez. Habría bastado con declarar que el PP apoya los derechos de las familias, imitar el ejemplo de Merkel, implacable siempre con las tentativas de neonazismo. ¿Por qué han preferido alinearse con Falange Española? ¿Y qué opina el Partido Popular Europeo de este posicionamiento?
Algún día, alguien tendrá que explicarnos todo esto. De momento, la única certeza que tengo es que Luciano Varela ha entrado en la Historia. Su nombre, y su doctrina, serán famosos por generaciones, y no sólo en España. Si eso era lo que envidiaba de Garzón, puede estar muy satisfecho.
Los sacaron de sus casas. Fueron vilmente asesinados sin ningún tipo de explicación ni juicio previo alguno y los sepultaron bajo tierra para que se los tragara el olvido. Eran gente normal, como cualquiera de nosotros, trabajadores, campesinos, padres de familia. Su único delito fue simpatizar con un régimen legal y democráticamente establecido por las urnas. No se dignaron tan siquiera ni a decirnos dónde estaban. Tuvimos que buscar para poder encontrarlos y desenterrarlos de cunetas y tapias de cementerios. A muchos hoy seguimos sin poderlos localizar. Pero un controvertido juez intenta ayudarnos a encontrar a los que todavía quedan desaparecidos. Él ha querido llegar adonde la Ley de Memoria Histórica no se atreve: a 70 años de silencio, de mentiras, de olvido de parte de la historia de nuestro país y de la nuestra. Pero este juez se ha tropezado con los herederos de aquellos asesinatos y ahora es a él al que quieren eliminar. Y nos piden que callemos por el bien de lo que se llamó "una buena y ejemplar transición". Pero ¡perdonar no es olvidar!, ¡ni tampoco callar!
J. M. LÁZARO / J. A. HERNÁNDEZ / M. ALTOZANO - Madrid - 14/05/2010
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