Una nueva investigación aporta datos sobre cómo el BOB, un banco británico, asfixió financieramente al Gobierno legítimo
ÁNGEL VIÑAS 15/04/2010
Franco derrotó a la República gracias a la sustancial y continuada ayuda nazi-fascista. También tuvo de su lado el comportamiento de las democracias. Tradicionalmente se ha encuadrado bajo la no intervención. En realidad, en Inglaterra sobre todo, se intervino contra la República. Uno de los ejemplos más notables de tal hostilidad ha quedado oculto hasta ahora en la oscuridad de los archivos.
Como toda buena puñalada que se precie, la inglesa coincidió con un momento de suma gravedad: la crisis militar y política que llevó al cambio de Gobierno en abril de 1938, cuando Prieto salió del Ministerio de Defensa Nacional y Negrín asumió sus responsabilidades.
Fue entonces cuando se produjo una maniobra secreta que ilustra hacia dónde apuntaban los tiros en Londres. Un banco inglés, el British Overseas Bank (BOB), suspendió de golpe las transferencias de divisas que alimentaban la diplomacia y la política exterior republicanas. De la noche a la mañana, embajadas, legaciones, consulados generales y consulados dejaron de percibir los fondos que enviaba el Banco de España desde Barcelona.
Para explicar la puñalada hay que remontarse a 1912. Desde esta fecha un banco, Frederik Huth & Co., aseguraba la tesorería exterior española. Antes había realizado esporádicamente operaciones confidenciales por cuenta del Ministerio de Estado. No en vano había sido, desde la Guerra de la Independencia, uno de los banqueros de la Casa Real en Londres. En marzo de 1936 lo absorbió el BOB, con el personal especializado que trabajaba a las órdenes de un caballero llamado Louis Ernest Meinertzhagen, pariente lejanísimo de Huth. El amable lector tendrá dificultades en encontrar su nombre en los millares de títulos escritos sobre la guerra civil. Lo que entonces fue una operación secreta permaneció como tal durante más de 70 años.
El BOB había trabado discretos contactos con el Banco de España franquista, en Burgos. Al republicano le dijo que seguía los consejos de sus abogados, inquietos por la dualidad de "legitimidades" entre los dos bancos españoles.
El amable lector se preguntará cómo evadió la República las consecuencias de la puñalada. La respuesta es que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, tuvo un coste elevado. Muchos diplomáticos no recibieron sueldos durante meses. Las embajadas y consulados se instalaron en la precariedad. Las deserciones y los desplomes de moral aumentaron. La rapidísima actuación de las autoridades republicanas es, sin embargo, ilustrativa. Justifica, a mi entender, el análisis detallado de lo que a todas luces fue una operación extremadamente meditada y conducida con maestría. Confrontados con un desplome del crucial frente exterior, Negrín y el Banco de España no tuvieron otra alternativa que recurrir a los buenos oficios del aparato bancario soviético asentado en Occidente.
¿Qué conclusiones cabe extraer de este episodio? Al menos tres.
La primera es que la apenas encubierta hostilidad de ciertos círculos influyentes de las potencias democráticas y de algunos representantes del capitalismo británico empujaron a la República, en contra de su voluntad, a jugar la carta soviética. Esta constatación no es nueva en modo alguno. Ya la afirmaron los republicanos, aunque después la olvidaran en las querellas del amargo exilio. Es, no obstante, una conclusión que los autores neofranquistas y quienes no han superado los moldes conceptuales de la guerra fría continúan ignorando.
La segunda conclusión es que el honor británico no lo salvaron los burócratas de Whitehall ni los banqueros de la City. Lo salvaron, para la historia, los hombres y mujeres que o lucharon en las Brigadas Internacionales o ayudaron de múltiples formas a la República contra la agresión nazi-fascista y la enemistad de algunos de los sectores más conservadores de su propia sociedad.
La tercera conclusión es que ahora, cuando casi todos los archivos han ido abriéndose, "la evidencia primaria relevante de época", en ellos remansada, termina por imponerse a las mixtificaciones, construcciones ideológicas y puras y simples mentiras. De aquí la importancia crucial de conservar, a toda costa, la que subsiste.
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