lunes, 22 de agosto de 2011

Los discursos del odio









MARIANO AGUIRRE
Breivik impactó contra el Partido Laborista, al que culpa de la presencia de inmigrantes en Noruega. Su crimen tiene un contenido cultural, racista, y político. La patología del asesino no oculta este triple carácter que refleja el discurso que mantienen ideólogos ultraderechistas y partidos populistas en ascenso en Finlandia, Austria, Dinamarca, Noruega, Holanda, Francia y España, entre otros.

En enero pasado, un individuo sin pertenencia a ningún grupo político acabó en Arizona con la vida de seis ciudadanos, y dejó en estado grave a la congresista demócrata Gabrielle Giffords. Activistas del Tea Party y comentaristas, con el beneplácito de una parte del Partido Republicano, comparan al presidente Barack Obama con Hitler, alertan de que su reforma sanitaria exterminará a los ancianos, y que impondrá un régimen comunista. Poco antes del atentado, Sarah Palin publicó un mapa en su página web marcando con dianas a los congresistas que había que "eliminar", entre otros a Gifford, quien había respondido: "Cuando la gente marca con una diana un nombre tiene que darse cuenta de las consecuencias de sus acciones".

La ultraderecha europea tiene en la diana a las sociedades multiculturales: la canciller Angela Merkel y el primer ministro David Cameron anuncian la muerte del multiculturalismo, tratando de complacer a posibles votantes que sufren el miedo a las transformaciones.

Algunos políticos saben que es más sencillo acusar al inmigrante musulmán o al refugiado negro de los cambios sociales y la crisis que explicar el impacto de la economía neoliberal, la especulación financiera, y la globalización de la producción y el consumo sobre las sociedades. Al acusar "al otro", al "diferente", movilizan un nacionalismo primario.

Frente a los discursos del odio que agitan el miedo social en tiempos de crisis, ciudadanos, sociedad civil, partidos y medios de comunicación deben asumir la complejidad de la situación, exigiendo responsabilidades, denunciando la mentira y promoviendo el debate.

jueves, 18 de agosto de 2011

Grito hacia Roma

(Desde la torre del Chrysler Building)
Poeta en Nueva York (1940)



Manzanas levemente heridas por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
Peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
Y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los
directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.


Federico García Lorca
(Fuente Vaqueros, Granada, 5 de junio de 1898 – entre Víznar y Alfacar, 18 de agosto de 1936)




IAN GIBSON: Un poema de Lorca para la consideración del Vaticano

LUIS GARCÍA MONTERO: El sentido de un grito







Federico en 'Diletante y las Musas'



lunes, 15 de agosto de 2011

A la Verbena



De Madrid al cielo

Ferragosto










domingo, 14 de agosto de 2011

El déficit como arma (de destrucción masiva)






"¡No nos preocupa el déficit! ¡Nos preocupa la debilidad de la economía!". Porque una economía débil se traduce tanto en unos tipos de interés bajos como en una falta de oportunidades empresariales.

¿Y cómo llegó el discurso de Washington a estar dominado por el problema equivocado?

Los republicanos radicales, cómo no, han tenido algo que ver. Aunque no parece que los déficits les importen demasiado (prueben a proponer cualquier subida de los impuestos a los ricos), han descubierto que insistir en los déficits es una forma útil de atacar los programas del Gobierno.

Repasen la página de opinión de cualquier periódico importante, o escuchen cualquier programa de debate, y es probable que se topen con algún autoproclamado centrista afirmando que no hay remedios a corto plazo para nuestras dificultades económicas, que lo responsable es centrarse en las soluciones a largo plazo y, en concreto, en la "reforma de las prestaciones", o sea, recortes en la Seguridad Social y Medicare. Y cuando se topen con alguien así, sean conscientes de que esa clase de gente es uno de los principales motivos por los que tenemos tantos problemas.

Cuando millones de trabajadores dispuestos y capaces están en paro, y se desperdicia el potencial económico al ritmo de casi un billón de dólares al año, uno quiere políticos que busquen una recuperación rápida en vez de gente que le sermonee sobre la necesidad de la sostenibilidad fiscal a largo plazo.

¿Qué conllevaría una respuesta real a nuestros problemas? Ante todo, por el momento conllevaría más gasto gubernamental, no menos; con un paro masivo y unos costes de financiación increíblemente bajos, deberíamos estar reconstruyendo nuestras escuelas, carreteras, redes de distribución de agua y demás. Conllevaría unas medidas agresivas para reducir la deuda familiar mediante la condonación y la refinanciación de las hipotecas. Y conllevaría un esfuerzo por parte de la Reserva Federal para tratar por todos los medios de poner la economía en movimiento.
La crisis secuestrada
PAUL KRUGMAN








La gran recesión de 2008 se ha transformado en la recesión del Atlántico norte: son principalmente Europa y EE UU, no los mercados emergentes más importantes, los que se han visto afectados por el lento crecimiento y alto desempleo. Y son Europa y EE UU los que marchan, juntos o separados, hacia el desenlace de una gran debacle. La explosión de una burbuja condujo a un estímulo keynesiano masivo que evitó una recesión mucho más profunda, pero también impulsó déficits presupuestarios importantes. La respuesta -recortes masivos del gasto- garantiza que los niveles de desempleo inaceptablemente altos (un vasto desperdicio de recursos y un exceso de oferta de sufrimiento) se prolonguen durante años.

Pero si bien los líderes europeos prometieron que la ayuda estaba en camino, reforzaron su creencia de que los países sin crisis deben recortar sus gastos. La austeridad resultante retrasará el crecimiento europeo y con ello el de sus economías con mayores problemas.

Y la situación no está mucho mejor del otro lado del Atlántico. Allí, la extrema derecha amenazó con paralizar al Gobierno de EE UU, confirmando lo que sugiere la teoría de los juegos: cuando personas racionales se enfrentan a quienes están irracionalmente decididos a la destrucción si no logran su objetivo, son estos últimos quienes prevalecen.

Las malas ideas cruzan fácilmente las fronteras, y las nociones económicas equivocadas a ambos lados del Atlántico se han estado reforzando entre sí. Esto será también válido para el estancamiento que esas políticas conllevarán.
Un contagio de malas ideas
JOSEPH E. STIGLITZ








Entonces, ¿qué se debe hacer? No es momento para describir políticas que, por ejemplo, crearían empleo, construirían infraestructuras o tratarían sobre la energía o el cambio climático. Nada de eso puede ocurrir hasta que cambien las ideas. Y el primer cambio debe ser desafiar y rechazar el sinsentido de cosas que estamos escuchando sobre déficit presupuestarios de largo plazo, sobre bancarrota o insolvencia nacional, e incluso sobre “responsabilidad fiscal”. El objetivo de esta campaña de propaganda es paralizar al Gobierno y recortar la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. La defensa de esos programas exitosos –y, sí, sostenibles– se ha tornado mucho más difícil. Pero debe ser llevada hasta sus límites.
La histeria del déficit
James K. Galbraith

martes, 9 de agosto de 2011

La Guerra del Euro

Los economistas dirán: "Los mercados son los mercados". Tienen su propia lógica especulativa e implacable.

No se trata de negar las dificultades objetivas: la de Grecia, por supuesto, y la de Italia, más política, que forma parte de los sobresaltos vinculados a la agonía de la era berlusconiana. No más de lo que hay que negar, o subestimar, el papel de las torpezas y las dilaciones de los mismos europeos y la evidente mala voluntad de la canciller alemana. "Nos está destrozando Europa", decía recientemente el viejo canciller Helmut Kohl, que sin embargo fue el padre político de Angela Merkel.

Las agencias apenas se han inmutado ante la amenaza de la quiebra estadounidense ni, aún menos, ante el mal acuerdo alcanzado por Barack Obama. Tienen la mirada fija en los miembros más débiles de la zona euro. Apenas firmado el acuerdo europeo del 21 de julio, se concentraron en el frente italiano. Y, desde la City de Londres, nos hacen saber que Bélgica estará pronto en la lista. Estamos avisados: los próximos movimientos del Banco Central, como los futuros acuerdos europeos, vendrán inevitablemente seguidos de otras ofensivas. Una tras otra, las fichas del dominó deben caer hasta que no quede ni una en pie. Lo que se persigue es ni más ni menos que la muerte de la zona euro.

En este punto, conviene recordar cómo era la relación EE UU-Japón y dólar-yen en la época de la presidencia de George Bush padre. El yen podía aparecer como la moneda más sólida, mientras que los gigantes japoneses multiplicaban las adquisiciones en EE UU. Estos últimos pusieron en marcha una política basada en un dólar débil y una semiguerra comercial que contribuyeron a debilitar la economía japonesa de forma duradera y a hacer desaparecer el yen de las pantallas de radar. Del mismo modo, lo que está en juego hoy en la relación Europa-EE UU es el hecho de que el euro constituye un tercio de las reservas de cambio mundiales y de que Europa es potencialmente una superpotencia económica frente a la cual EE UU ha puesto en marcha resueltamente una política basada en un dólar débil. Y, si seguimos sin tomar medidas, correremos la misma suerte que Japón. ¿Se trata de una lectura demasiado política?

Estas agencias funcionan un poco como la prensa anglosajona, de una calidad extraordinaria, pero nunca demasiado alejada de los intereses estratégicos de EE UU o Reino Unido. Históricamente, esos intereses siempre han sido promover en Europa una vasta zona de libre intercambio y, desde luego, no una unión política y monetaria integrada.

Si se quiere una lectura política, observemos lo que pasa en China. Pekín ha criticado vivamente las concesiones hechas por Obama al mismo tiempo que promueve su propia agencia de calificación, Dagong, que se ha apresurado a bajar la calificación de EE UU.

Lo que se está dirimiendo ante nuestros ojos es la posición relativa del dólar, el euro y el yuan en el siglo XXI. Nuestro problema es que los mecanismos europeos son infinitamente más complejos que los que prevalecen en EE UU y, evidentemente, en China.

JEAN-MARIE COLOMBANI
La guerra de las monedas




Londres, 7/8/2011




En este país tenemos un poderoso movimiento político que, ante los modestos esfuerzos para emplear los fondos de Medicare de forma más eficaz, clamaba que nos amenazaban "paneles de la muerte", y prefería arriesgarse a una catástrofe financiera antes que acceder siquiera a un céntimo de ingresos adicionales.

La verdadera incógnita a la que se enfrenta Estados Unidos, incluso en términos puramente fiscales, no es si recortaremos un billón aquí y allí de los déficits. Es si los extremistas que ahora bloquean cualquier clase de política responsable pueden ser derrotados y marginados.
PAUL KRUGMAN

Credibilidad, descaro y deuda


miércoles, 3 de agosto de 2011

Mona Lisa





El 21 de agosto de 1911, un pintor italiano que había trabajado en el Louvre llamado Vincezo Peruggia sacó la Mona Lisa del marco y se la llevó escondida bajo la chaqueta. Era lunes, día de cierre de las salas, y el robo cobró la magnitud de un secuestro. Durante la semana de pesquisas en que la pinacoteca permaneció cerrada, el acontecimiento corrió como la pólvora por una ciudad que todavía era la capital cultural del planeta y que hacía poco había estrenado una maquinaria informativa inédita hasta entonces: casi 40 periódicos que vendían en total un millón de ejemplares diarios. Muchos usaron por primera vez el color para imprimir una réplica de La Gioconda. Cuando el Louvre reabrió sus puertas, cientos de personas que nunca habían puesto los pies allí hicieron cola para ver el hueco dejado por el cuadro. La ceremonia se prolongó durante días y en ellas llegó a participar Franz Kafka, de viaje en París.

Tras acusar del robo a Apollinaire, que pasó fugazmente por la cárcel, la policía se resignó a no recuperar la pintura. Sin embargo, dos años más tarde, Peruggia, que la tenía en su casa, se la llevó en tren a Florencia para ofrecerla a un anticuario. Terminó en los carabineros. La Mona Lisa volvió a París, apoteósica, después de ser expuesta ante las multitudes en Roma y en Milán. Empezaba a germinar la semilla de la fama. Los ataques de los vanguardistas y los iconoclastas y, sobre todo, sus viajes triunfales a Estados Unidos (1963) y Japón (1974) harían el resto. Hoy parece imposible que tales salidas se repitan.
JAVIER RODRÍGUEZ MARCOS




Mona Lisa (es decir, Doña Lisa) había nacido en 1479 y en 1538, tras la muerte del marido, se encerró en el Convento de Santa Úrsula, a dos pasos de su casa. Allí murió al cabo de cuatro años y es probable que allí mismo fuera enterrada. Por eso, la tarea de búsqueda empezará en el antiguo convento, donde un reciente reconocimiento con técnicas de georradar ha permitido localizar una cripta escondida bajo una de sus dos iglesias, lugar en el que se cree que podrían hallarse sepulturas del siglo XVI, entre ellas la de Lisa Gherardini.
LUCIA MAGI




Actualización Febrero 2012: La Gioconda del Prado



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