lunes, 16 de abril de 2012

Las Lýridas

Las Lýridas, una lluvia de meteoros de actividad moderada (18 meteoros/hora), tiene lugar cada año entre el 16 y el 25 de Abril, alcanzando el máximo de intensidad durante de la noche del 22 de Abril.

Tienden a ser brillantes y con frecuencia dejan rastros. Pueden verse cerca de 10-20 meteoros por hora en el pico, aunque se caracterizan por oleadas que a veces pueden dar una tasa de hasta 100 meteoros por hora. Los arranques, raros, no son fáciles de predecir, pero son una de las razones por las que las Lýridas hacen que merezca la pena trasnochar.








El radiante de esta lluvia se encuentra en la constelación de Lyra, que nace en el noreste a las 10 pm. Por fortuna, en 2012, la luna nueva garantiza un cielo oscuro en la noche y horas de la mañana, el mejor momento para observar la lluvia de las Lýridas. Como regla general, el mayor número de meteoros Lýridas cae en las horas de oscuridad antes del amanecer. La noche óptima probablemente será de la noche 21 de abril hasta el amanecer 22 de abril, aunque las noches anterior y posterior también pueden ofrecer un puñado de meteoros. Sin luna para ocultar la pantalla de este año, tenemos la seguridad de cielos oscuros para la lluvia de meteoros.






La lyra (en griego: Λύρα) o lira ya era tocada en la civilización
sumeria, hace 5.000, años para deleitar a la realeza de las ciudades estado.

En la mitología griega, la Lira fue inventada por Hermes cuando aún era un niño regalándosela posteriormente a su hermanastro Apolo, el dios de la música, a quien se asoció para siempre.

Apolo regaló a su hijo Orfeo la Lira cuando este aún era niño. De mayor, Orfeo se convirtió en poeta y músico, y se casó. Al poco de casarse, Eurídice murió a causa de la picadura de una serpiente en un pie. Orfeo, desolado, bajó a los infiernos para suplicar a Hades, dios de los muertos, por la vida de su esposa acompañando sus súplicas con cantos adornados con la Lira.









Hades quedó impresionado por el amor de Orfeo y decidió restituir la vida de su amada con la sola condición de que no la mirara hasta que estuvieran ambos en el mundo exterior. Pero Orfeo fue incapaz de soportar la desesperación de no ver si era realmente su esposa quien le seguía hacia el mundo real y casi terminado el camino, volvió la cabeza y al mirar a su esposa, esta se desvaneció para siempre.

Orfeo quedó tan desolado que se dedicó a vagar por los desiertos, cantando tan sólo a las piedras hasta que se tropezó con tres mujeres tracias que le mataron y arrojaron su cabeza al río Hebro mientras seguía pronunciando el nombre de su amada. La cabeza llegó a Lesbos, cerca del templo de Apolo, donde las Musas escucharon su llanto y le sepultaron. Su instrumento musical fue homenajeado como la constelación de Lyra.



martes, 10 de abril de 2012

La crisis del siglo XIV


Hacia finales del siglo XIV el pago de los intereses de la deuda pública representaba entre la mitad y las tres cuartas partes del gasto municipal en las grandes ciudades italianas, francesas, alemanas, flamencas y holandesas. La Hacienda del reino de Mallorca quebró finalmente en 1405. En los años anteriores se habían desplomado muchas bancas privadas en Barcelona, Valencia y la misma Mallorca, pero ahora no se trataba ya del hundimiento de entidades financieras particulares, sino de la bancarrota de todo un reino. La imparable escalada de la deuda, uno de los mejores barómetros y a la vez una más de las múltiples causas de la crisis del siglo XIV, tenía su origen en las continuas peticiones pecuniarias de la monarquía, motivadas a su vez por el incremento del gasto bélico, y, en menor medida, en el desarrollo del propio aparato administrativo.

En la península Ibérica las
campañas militares se suceden una tras otra a lo largo del trescientos: las cruzadas castellano-aragonesas contra Granada; la batalla del Salado, en la que las fuerzas combinadas de Castilla y Portugal derrotaron a los benimerines; la conquista de Cerdeña y las guerras continuas con Génova por el control del Mediterráneo occidental; la reintegración de Mallorca a la Corona de Aragón; las revueltas nobiliarias castellanas y las guerras de la Unión aragonesa y valenciana; y, sobre todo, la guerra civil castellana, que a su vez derivó en una guerra abierta entre las coronas de Castilla y Aragón, una guerra larga, costosa y destructiva que se inserta también en el marco general europeo de la Guerra de los Cien Años.

Las guerras segaban vidas, arrasaban las cosechas, asolaban pueblos y ciudades, interrumpían el comercio, dificultaban el abastecimiento y frenaban el crecimiento, pero también exigían fuertes sumas de dinero. Y el dinero salía de las ciudades y de las comunidades rurales, sometidas a nuevas y mayores exacciones, que de ser inicialmente extraordinarias pasaron a convertirse en ordinarias.






Los primeros historiadores que se ocuparon de ella y los propios contemporáneos destacaron sobre todo la conjunción de catástrofes y calamidades que se abatió sobre la centuria y, en primer lugar, el terrible impacto de la peste negra, que diezmó a la población europea.

Mucho antes que la peste habían hecho su aparición las carestías y las hambres. Un cronista catalán de la época bautizó el año de 1333 como "lo mal any primer", el inicio de todos los males, cuando una mala cosecha disparó el precio de los cereales y extendió el hambre y la muerte por toda la Península. En el norte de Europa la crisis había empezado una generación antes, con la gran hambruna de 1315-1317.

Frente a una visión catastrofista que situaba el origen de la crisis en la incidencia de factores exógenos como la peste y el enfriamiento climático (en el siglo XIV, en efecto, se inició lo que se conoce como la pequeña Edad del Hielo, que se prolongaría hasta mediados del XIX), la mayoría de los historiadores se ha decantado tradicionalmente por atribuir sus causas a factores de naturaleza endógena, como el desequilibrio entre población y recursos, los rendimientos decrecientes, la estructura de clases, la conflictividad social, la guerra permanente, la competencia entre los nuevos Estados emergentes o el aumento de la presión fiscal.

Para los historiadores neomaltusianos las causas de la crisis se encontrarían en las limitaciones internas del propio crecimiento -demográfico y económico en general- que había caracterizado a la economía europea en los tres siglos precedentes, del XI al XIII. La inflexión se habría producido ya en las últimas décadas del doscientos, cuando hicieron su aparición en algunas regiones -ciertamente no en la península Ibérica- los primeros síntomas de agotamiento, de haber llegado ya al final de la gran expansión medieval.

Como en el caso de una burbuja, una verdadera fiebre especulativa se apoderó del mercado inmobiliario y presionó los precios al alza de manera irracional.

En todo caso, la crisis se saldó con una profunda reorganización del sistema feudal, desde sus bases económicas (una mayor especialización e intensificación agrícola, mayores tasas de urbanización, el desarrollo de la manufactura, el incremento de la comercialización, la reducción de los costes de transporte) hasta sus estructuras políticas e institucionales (con el afianzamiento de las monarquías territoriales y la centralización del poder político y militar). Fue en este sentido, como la denomina Epstein, un proceso de "destrucción creativa".



La Pequeña Edad del Hielo


El público prefiere...