domingo, 26 de febrero de 2012

El naufragio de la 'Mercedes'


La voladura de la fragata 'Nuestra Señora de las Mercedes',
por Francis Sartorius
(Clickar sobre la imagen para aumentarla)


DAVID VARONA - rtve.es

“-¿Son españoles?’, preguntó Stephen trepando a la cofa.

-Claro que lo son. Mira sus masteleros”.


Esta conversación, que es ficticia, se produjo entre el doctor Stephen Maturin y el capitán Jack Aubrie, al mando de la ‘Lively’ (todavía no mandaba su conocida ‘Surprise’). El diálogo fue escrito por Patrick O’Brian dentro de la novela ‘Capitán de Navío’, segunda entrega de la célebre serie que inspiró la película ‘Master & Commander’.

O’Brian recogió así el encuentro entre una escuadra inglesa y otra española frente al Cabo de Santa María, en el Algarve. El genial escritor irlandés modificó algunos nombres y le echó literatura al suceso, pero todos sus ‘fans’, que son legión, saben que ese encuentro fue el que produjo el hundimiento de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes el día 5 de octubre de 1804.

Las 17 toneladas de oro, plata y objetos navales que la empresa Odissey ha devuelto este 24 de febrero a España son lo que queda de una tragedia que marcó principio del fin del imperio español.

La ‘Mercedes’ había sido construida en La Habana en 1789. Era una de aquellas fragatas españolas de última generación, fruto del impulso de José Patiño, el ministro que revolucionó la Real Armada. Eran barcos modernos, de líneas limpias y elegantes, muy marineros. Artillaba 36 cañones y llevaba una dotación de 300 hombres, que no estaba completa cuando llegó frente al Cabo de Santa María.

Su última misión había empezado meses antes, cuando Godoy, primer ministro de Carlos IV, envió una flotilla a Sudamérica para traer a España caudales públicos y privados recaudados en Argentina y Perú. Había dinero del Estado, pero también de comerciantes. En los barcos venían, además, pasajeros civiles. Partieron de Montevideo en un convoy compuesto por las fragatas ‘Mercedes’, ‘Fama’, ‘Clara’ y ‘Medea’, todas fragatas.

Al mando de la flotilla estaba el cántabro José de Bustamante y Guerra, brigadier, uno de los mejores marinos del momento y veterano de la expedición Malaspina. Enarbolaba su insignia en la ‘Medea’. Por su parte, la ‘Mercedes’ estaba en manos del capitán de navío Manuel De Goicoa y Labart.

A las ocho de la mañana de ese 5 de octubre de 1804, la ‘Clara’ alertó al resto de la flota de que veía velas por el noreste. El convoy siguió navegando tranquilo: España estaba en paz con Inglaterra y no se esperaban actos hostiles. Además, no había corsarios ni piratas capaces de hacer frente a los 148 cañones que llevaban los barcos de Bustamante.

Pero el brigadier desconfía. Y lo hace todavía más cuando los barcos británicos, también cuatro fragatas, destacan un bote para parlamentar. Su comodoro, Moore, envía oficiales para informar de que va a retener la escuadra española. Bustamante no se arredra y envía a Moore un mensaje claro: las fragatas españolas defenderán su honor.

Todavía no se había abarloado el bote inglés a su nave capitana, la ‘Indefatigable’ cuando Moore ordenó lanzar un cañonazo de aviso y sus barcos pasaron al ataque. Superiores en dotación y armamento, los ingleses tenían la iniciativa y el viento a favor.

Combatiendo casi de penol a penol, pronto cobraron ventaja en el choque. El cañoneo es tremendo y, de repente, un estampido tremendo deja sin aire a los combatientes: se ha volado ‘La Mercedes’ tras recibir un cañonazo del ‘Amphion’ en la ‘santabárbara’, el pañol de la pólvora. De repente, 249 hombres y mujeres desaparecen de la superficie del mar. Sólo se pudo rescatar 50 náufragos.

El resto de barcos españoles maniobra como puede, con una marinería muy poco combativa. La ‘Fama’ logra romper el contacto y huir hacia Canarias. Pero la ‘Lively’, más rápida y menos dañada, le da caza por la popa y pronto la apresa. Sobre su cubierta yace muerto su capitán, Miguel Zapiain. Siete cañonazos muy cerca de la línea de flotación ponen en peligro el barco. A la vista de los hechos, el Brigadier Bustamante rinde las naves que le quedan. Los ingleses las repararon y se las llevaron a Gibraltar y, de allí, a Inglaterra. Con ellas se llevaron un botín de más de tres millones de pesos.

Por cierto: en su miseria, el Almirantazgo inglés no quiso entregar los 60.000 pesos que correspondían a las viudas y huérfanos de sus marinos muertos en la acción. Y a punto estuvo de no pagar los más de 200.000 que correspondían a los combatientes, según las ordenanzas del momento.

El combate sacudió a Europa. La propia prensa inglesa se echó encima de sus políticos y militares. Un periódico londinense escribió: “Un gran delito acaba de cometerse. La ley de las naciones ha padecido la violación más atroz: una potencia amiga ha sido atacada por nuestra fuerza pública en medio de una profunda paz”.

A la luz del derecho internacional y marítimo, el ataque a la escuadra de Bustamante no se justifica. Ni entonces, ni ahora. Pero, más allá, para España supuso un golpe letal: apenas dos meses después, el gobierno de Carlos IV declaraba de nuevo la guerra a Inglaterra y se echaba en brazos de Napoleón.

Un año después del combate de Cabo de Santa María, la flota combinada hispano-francesa era destruida por Nelson en aguas de Trafalgar y, con los barcos, se hundía lo que quedaba del poderío imperial de España. También algunos de sus mejores cerebros. A partir de ahí, en un lento goteo, el imperio colonial se deshacía.



Así contó Pérez Galdós la voladura de La Mercedes


sábado, 25 de febrero de 2012

La Gioconda del Prado




Durante el siglo XIX, y por amor patrio, en España se decía que la obra del Louvre era una copia de la del Prado, pero todo el mundo consideraba el cuadro del Prado como una copia posterior a la del Louvre. Hasta ahora. "El estudio demuestra que no se trata de una copia posterior", explicó Finaldi, "sino que se pintó a la vez que la original, introduciendo simultáneamente los mismos cambios y modificaciones. Como si el pintor hubiera estado trabajando en el caballete que flanqueaba el de Leonardo".





La copia española, que forma parte de las colecciones del Prado desde su fundación en 1819, procedía de las colecciones reales españolas. Y la gran calidad de los materiales empleados indica que podría haber sido fruto de un encargo importante. Pero su origen también sigue siendo una hipótesis. Miguel Falomir apuntaba ayer que "esta copia podría estar en España desde el siglo XVII", quizá "traída por el singular escultor Pompeo Leoni o a través de nobles españoles gobernadores del Milanesado". Ese secreto aún lo guarda la historia, pero quién sabe lo que puede dar de sí esta investigación.
"Más Gioconda que la Gioconda" - MARÍA ECHAIDE - Público.es


¿Un nuevo cuadro de Leonardo?

La Dama del Armiño

viernes, 24 de febrero de 2012

La doble extinción de los Neandertales

Los neandertales desaparecieron hace unos 30.000 años, mientras que los Homo sapiens se extendieron no solo por el viejo continente sino por todo el planeta, convirtiéndose en la única especie humana actual. Ambas fueron coetáneas durante unos miles de años y debieron tener contacto (sin apenas cruzarse genéticamente). ¿Qué pasó para que una especie se hundiera y la otra proliferara con tanto éxito?

Un descubrimiento ahora puede arrojar algo de luz sobre ese misterioso período de la evolución humana europea: los neandertales llegaron casi a la extinción hace unos 50.000 años, desapareciendo de la mayor parte de Europa, antes de que llegara la especie humana actual. Es más, el pequeño núcleo que sobrevivió unos miles de años más y que logró extenderse por el centro y oeste del continente, tenía muy poca variabilidad genética, un indicador crucial de la fragilidad de una especie.




Mandíbula fósil de un adolescente neandertal hallada en Valdegoba (Burgos). / CECH (UCM-ISCIII)




A esta conclusión llega un equipo de científicos de Suecia y España que ha analizado ADN antiguo de fósiles 13 individuos neandertales -incluido uno descubierto en Valdegoba (Burgos) de 48.500 años- y han descubierto que la variabilidad genética de los individuos anteriores a 50.000 años es muy superior (hasta seis veces mayor) a la de los posteriores a esa fecha. Los análisis genéticos y los modelos de población indican que los neandertales prácticamente se extinguieron hace unos 50.000 años y la población residual muy mermada se difundió luego por parte de Europa. Los biólogos saben que, con rarísimas excepciones, una especie que tiene poca variabilidad genética está condenada.

Los neandertales (Homo H. neanderthalensis) eran específicamente europeos, “una de las pocas especies de homínidos que evolucionaron fuera de África”. Se extendieron desde Iberia hasta Siberia, donde se han encontrado restos. Tenían un cerebro grande, una cultura notable, dominaban el fuego y enterraban a sus muertos. Eran descendientes de los preneandertales, como los individuos de la Sima de los Huesos de Atapuerca.

Los científicos no tienen una respuesta definitiva acerca de la causa de la extinción de los neandertales, y las hipótesis se van sucediendo a medida que se cuenta con más datos. Una idea en boga es que los neandertales estarían especialmente adaptados a las condiciones de bosque y serían cazadores de proximidad a sus presas, a las que alcanzarían con armas cortas. Los humanos modernos, sin embargo, procedían de terrenos africanos más abiertos y cazarían a mayor distancia. Cuando cambió el entorno y el bosque se fue abriendo, los neandertales quedarían en condiciones cada vez peores para su supervivencia.

ALICIA RIVERA

martes, 21 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska

CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA

De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos,


las inseguras de cada paso:
casi todo el resto,

las prontas a ayudar,
siempre que no dure mucho:
hasta cuarenta y nueve,


las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco,

las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho,


las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete,

las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas,


las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad seguro,

las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo
ni siquiera aproximadamente,

las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori,


las que de la vida no quieren nada más que cosas:
cuarenta,
aunque quisiera equivocarme,

las encorvadas, doloridas
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano,

las dignas de compasión:
noventa y nueve,


las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora no sufre ningún cambio.

domingo, 12 de febrero de 2012

La Pequeña Edad del Hielo

Un equipo de investigadores han explorado 14 variables diferentes (desde la producción agraria hasta las tasa de migración, pasando por las epidemias y el número de guerras) y las fluctuaciones climáticas entre los años 1500 y 1800. Esos cuatro siglos se corresponden con la llamada Pequeña Edad de Hielo. Esta miniglaciación tuvo varios períodos de especial declive térmico. En particular, el enfriamiento entre 1560 y 1660 coincidió con la crisis general del siglo XVII en toda Europa.

Durante la fase fría, con una reducción media de la temperatura de 1º, la producción agraria descendió de forma dramática tanto por la reducción de las zonas de cultivo como por el bajón en su rendimiento. Eso llevó aparejadas subidas en el precio del grano de hasta un 200% en la segunda década del siglo XVII y provocó severas hambrunas que recorrieron toda Europa.







La escasez de alimentos hizo que la población bajara hasta el mínimo de 105 millones en todo el continente en 1650. También se vió afectado el peso y la altura de las personas, que se redujo en 2 centímetros en esta fase fría y no empezó a aumentar hasta que no mejoró la dieta, a partir de 1650, cuando llegó una fase más suave del clima.

La fase fría coincidió con el desarrollo de la Guerra de los Treinta Años (1618 y 1648), una de las más mortíferas de aquellos tiempos y que acabó con el dominio español de la política europea. El número de guerras aumentó un 41% entre 1580 y 1650 así como su letalidad, que se multiplicó por diez.

La sucesión entre fases suaves y severas de la miniglaciación mantiene una correlación con las hambrunas, las explosiones migratorias y las guerras. De hecho, la entrada en una nueva fase suave a partir de 1650 vuelve a coincidir con el inicio del Siglo de las Luces y la recuperación de Europa.

El cambio climático está detrás de las grandes crisis sociales del pasado
MIGUEL ÁNGEL CRIADO
- Público.es

martes, 7 de febrero de 2012

Dickens

Charles Dickens dejó este mundo en 1870 pero sigue estando aquí. Porque la mayoría de sus temas característicos, como la lucha de clases, la explotación infantil o la ineficacia de la justicia, siguen de actualidad y porque sus personajes continúan entre nosotros, con nombres diferentes pero con los mismos problemas.

Fue uno de los abanderados del realismo y un escritor social que denuncia en sus libros las desigualdades que se producían en la Inglaterra victoriana y especialmente el modo en que se explotaba a los trabajadores para conseguir la industrialización del país.










Otra de las obsesiones de Dickens es la lentitud, ineptitud y en ocasiones impureza del sistema judicial. En Oliver Twist se puede ver la forma en que la ley es cuidadosa con los fuertes y abusiva con los débiles. Su padre estuvo tres meses encerrado en prisión, por una deuda con un panadero que hoy equivaldría a 3,50 euros y que hizo que él fuese enviado a trabajar en una infernal fábrica de betún.

Su contemporáneo Carlos Marx dijo de él que "en sus libros se proclamaban más verdades que en todos los discursos de los políticos y los moralistas de su época juntos". Y sin ninguna duda, el autor de Grandes esperanzas es la mejor prueba de que Balzac estaba en lo cierto cuando dijo que las buenas novelas son la historia privada de los países.

Los libros de Dickens siguen contando la verdad: nuestro mundo no ha sabido mantenerse a flote porque no ha sabido ser ni solidario, ni ecuánime, ni flexible, y al final se ha quedado sin respuestas.

Hoy se cumplen 200 años de su nacimiento y nuestro mundo, por desgracia, se parece en demasiadas cosas al suyo.

Dickens sigue diciendo la verdad
BENJAMÍN PRADO


sábado, 4 de febrero de 2012

El público prefiere...