sábado, 31 de julio de 2010

viernes, 23 de julio de 2010

Altamira y la Historiografía del Paleolítico










Las cuestiones sobre el pasado y el interés por su propia historia han suscitado la curiosidad de los hombres en todas las épocas. Por ejemplo, ya en el siglo XV, el Marqués de Villena, en su libro Arte cisoria, hacía referencia a pueblos antiguos con utillaje lítico. Pero las bases para el estudio de la Arqueología las sentó Winckelman (1717-1768), que propuso la interpretación de los restos arqueológicos y su datación como las principales tareas a abordar por el arqueólogo. A finales del siglo XVIII Conyers y Frere estudian en Inglaterra puntas de flecha y hachas de mano de sílex.







En 1810 Jouanet excava en Pèrigord. Poco más tarde Boucher de Perthes, considerado el “Padre de la Prehistoria” inició las excavaciones de las terrazas del Somme, publicando en 1846 Antiquités celtiques et antediluviennes. Los estudiosos de la época no tenían reconocimiento alguno, siendo sus conclusiones puestas en duda y ellos mismos considerados casi unos lunáticos. Sin embargo, el trabajo continuó. Se investigó en Dordoña y el Pirineo francés, obteniendo grandes resultados: fósiles, pinturas y sobre todo el descubrimiento del Homo Neanderthalensis en 1856. En 1859 el geólogo Lyell, el Paleontólogo Falconner y el arqueólogo Evans se convencen de los postulados de Boucher de Perthes. El hallazgo de fósiles del Cromagnon se realiza en 1868.




Propulsor - Mas d'Azil


A partir de aquí comienzan a desarrollarse congresos internacionales (el primero en 1869), entre discursiones y polémicas sobre la verdadera antigüedad de los restos y la autenticidad o falsedad del arte rupestre.




Bastón perforado - Cueva del Castillo



Así estaban las cosas cuando en 1879 fueron descubiertas casualmente las pinturas de la cueva de Altamira (Santillana del Mar, Cantabria), por María, hija de Don Marcelino Sanz de Sautuola. La cueva había sido descubierta en 1868 por un aparcero de D. Marcelino llamado Modesto Cubillas Pérez. Sautuola había estado en la Exposición Universal de París de 1878, donde había tomado contacto con las investigaciones europeas.






El descubrimiento de Altamira produjo una gran conmoción. Sautuola publicó en 1880 el libro Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander. En este libro se relacionaban, por primera vez en la historia, las pinturas rupestres con las industrias líticas, hecho que provocó una enorme controversia acerca no sólo de su datación, sino incluso de su autenticidad, cuestionada por los expertos de la época. Edouard Cartailhac (Marsella 1845 - Ginebra 1921), catedrático de la Universidad de Toulouse y estudioso de las pinturas rupestres, fue uno de los más críticos. Tuvieron que pasar años para que, al amparo de otros descubrimientos que se fueron realizando, sobre todo en Francia (país de origen de gran número de los que se consideraban por entonces expertos en una disciplina incipiente), se otorgara a la cueva española el valor que posee. Sautuola prosiguió sus investigaciones prehistóricas, descubriendo la cueva del Pendo entre los años 1878-1780. Desafortunadamente, Sautuola, muerto en 1888, no pudo ser testigo del reconocimiento científico de Altamira, por el que tanto luchó. Edouard Cartailhac publicó en 1902 el libro Mea culpa d´un sceptique, donde reconocía el valor de Altamira.







Altamira fue estudiada por Henri Breuil (Mortain 1877-L´isle Adan 1961), insigne arqueólogo y uno de los “padres” de la Arqueología moderna, y por Edouard Cartailhac, que publicaron sus trabajos en 1906 en el libro La caverna d´Altamira à Santillana.




Cueva del Castillo



La cueva de El Castillo (Puente Viesgo, Cantabria) fue descubierta en 1903 por Hermilio Alcalde del Río; además de pinturas y grabados, posee una de las estratigrafías más completas que se conocen, de 18 metros de espesor (potencia) y una datación que se inicia en el Achelense (Paleolítico Inferior). Las pinturas de El Castillo incluyen un panel donde aparecen bisontes superpuestos a manos en negativo.




Hugo Obermaier, Henri Breuil y Hermilio Alcalde del Río



Hugo Obermaier (Bratislava 1877-Friburgo 1946) viajó a España en 1909 por encargo del Instituto Internacional de Paleontología Humana de París. La Primera Guerra Mundial le sorprendió en nuestro país, donde llevó a cabo una gran labor. Obtuvo la nacionalidad española y consiguió una cátedra en la Universidad de Madrid. En 1924 y en esta misma Universidad, creó la Cátedra de Historia Primitiva del Hombre. Obermaier buscó en la cornisa cantábrica, encontrando numerosas cuevas, entre ellas la de La Pasiega. Los nuevos hallazgos fueron estudiados por Henri Breuil, que volvió a estudiar Altamira al amparo de los nuevos descubrimientos y publicó sus conclusiones en 1936.




Font-de-Gaume



En Francia, la cueva de Font de Gaume (Les Ezyers) había sido descubierta en 1901 por Peyrony. 1906 es el año del descubrimiento de la cueva de Niaux, por L. Mollard, cueva estudiada por Henri Breuil. Laussel (Francia) fue descubierta en 1908. La cueva de Lascaux fue descuberta en 1940 por unos niños, descrita por Marcel Ravidat y Jacques Mersal y estudiada por Laval.



Lascaux

jueves, 22 de julio de 2010

Las 4 torres


















Torre Caja Madrid - Arquitecto: Norman Foster





Torre de Cristal - Arquitecto: César Pelli





Torre Sacyr Vallehermoso - Arquitectos: Carlos Rubio Carvajal y Enrique Álvarez Sala





Torre Espacio - Arquitecto: Henry N. Cobb




Las torres, símbolo del ladrillo amenazante. Su construcción colapsó la zona durante mucho tiempo.

Pero ahora, si las ves desde el Oeste al atardecer, son destellos de luz. Sus espejos miran el cielo de Madrid. Brillan, se pierden en la niebla o emergen de la lluvia. Aunque tanto destacan, algunos días parecen querer mimetizarse.

Salvo si vienes desde el Oeste, en una tarde madrileña de cielos encendidos.


domingo, 18 de julio de 2010

sábado, 17 de julio de 2010

Lola

Cuando ayer noche en el Festival Internacional de Benicàssim sonaron los primeros acordes de ese eterno número uno, todos comenzaron a saltar enloquecidos, a lanzar los vasos al aire y a desgañitarse. Como si aquella canción, You really got me, hablase de sus vidas, sus problemas o sus millones de colegas en Facebook. Quizá sin saber muy bien cómo, aquel tipo, después de horas de titubeantes actuaciones, convirtió de golpe todo el asunto en algo muy parecido a un festival de verdad. Ray Davies, líder de los míticos The Kinks, en una forma extraordinaria, quiso hacer bailar a los adolescentes con ese tema. Pero luego, sobrado de fuerzas, le dio por hacerles cantar, en una noche calurosa y tímida hasta entonces, con tan solo amagar el comienzo de Lola, su otro gran himno.


Y Lola acudió al rescate
DANIEL VERDÚ | Benicàssim 15/07/2010



viernes, 16 de julio de 2010

Las Navas de Tolosa






La carga de los tres reyes
Arturo Pérez Reverte - XLSemanal - 12/7/2010





Ya ni siquiera se estudia en los colegios, creo. Moros y cristianos degollándose, nada menos. Carnicería sangrienta. Ese medioevo fascista, etcétera. Pero es posible que, gracias a aquello, mi hija no lleve hoy velo cuando sale a la calle. Ocurrió hace casi ocho siglos justos, cuando tres reyes españoles dieron, hombro con hombro, una carga de caballería que cambió la historia de Europa. El próximo 16 de julio se cumple el 798 aniversario de aquel lunes del año 1212 en que el ejército almohade del Miramamolín Al Nasir, un ultrarradical islámico que había jurado plantar la media luna en Roma, fue destrozado por los cristianos cerca de Despeñaperros. Tras proclamar la yihad -seguro que el término les suena- contra los infieles, Al Nasir había cruzado con su ejército el estrecho de Gibraltar, resuelto a reconquistar para el Islam la España cristiana e invadir una Europa -también esto les suena, imagino- debilitada e indecisa.









Los paró un rey castellano, Alfonso VIII. Consciente de que en España al enemigo pocas veces lo tienes enfrente, hizo que el papa de Roma proclamase aquello cruzada contra los sarracenos, para evitar que, mientras guerreaba contra el moro, los reyes de Navarra y de León, adversarios suyos, le jugaran la del chino, atacándolo por la espalda. Resumiendo mucho la cosa, diremos que Alfonso de Castilla consiguió reunir en el campo de batalla a unos 27.000 hombres, entre los que se contaban algunos voluntarios extranjeros, sobre todo franceses, y los duros monjes soldados de las órdenes militares españolas. Núcleo principal eran las milicias concejiles castellanas -tropas populares, para entendernos- y 8.500 catalanes y aragoneses traídos por el rey Pedro II de Aragón; que, como gentil caballero que era, acudió a socorrer a su vecino y colega. A última hora, a regañadientes y por no quedar mal, Sancho VII de Navarra se presentó con una reducida peña de doscientos jinetes -Alfonso IX de León se quedó en casa-. Por su parte, Al Nasir alineó casi 60.000 guerreros entre soldados norteafricanos, tropas andalusíes y un nutrido contingente de voluntarios fanáticos de poco valor militar y escasa disciplina: chusma a la que el rey moro, resuelto a facilitar su viaje al anhelado paraíso de las huríes, colocó en primera fila para que se comiera el primer marrón, haciendo allí de carne de lanza.









La escabechina, muy propia de aquel tiempo feroz, hizo época. En el cerro de los Olivares, cerca de Santa Elena, los cristianos dieron el asalto ladera arriba bajo una lluvia de flechas de los temibles arcos almohades, intentando alcanzar el palenque fortificado donde Al Nasir, que sentado sobre un escudo leía el Corán, o hacía el paripé de leerlo -imagino que tendría otras cosas en la cabeza-, había plantado su famosa tienda roja. La vanguardia cristiana, mandada por el vasco Diego López de Haro, con jinetes e infantes castellanos, aragoneses y navarros, deshizo la primera línea enemiga y quedó frenada en sangriento combate con la segunda. Milicias como la de Madrid fueron casi aniquiladas tras luchar igual que leones de la Metro Goldwyn Mayer. Atacó entonces la segunda oleada, con los veteranos caballeros de las órdenes militares como núcleo duro, sin lograr romper tampoco la resistencia moruna. La situación empezaba a ser crítica para los nuestros -porque sintiéndolo mucho, señor presidente, allí los cristianos eran los nuestros-; que, imposibilitados de maniobrar, ya no peleaban por la victoria, sino por la vida. Junto a López de Haro, a quien sólo quedaban cuarenta jinetes de sus quinientos, los caballeros templarios, calatravos y santiaguistas, revueltos con amigos y enemigos, se batían como gato panza arriba. Fue entonces cuando Alfonso VIII, visto el panorama, desenvainó la espada, hizo ondear su pendón, se puso al frente de la línea de reserva, tragó saliva y volviéndose al arzobispo Jiménez de Rada gritó: «Aquí, señor obispo, morimos todos». Luego, picando espuelas, cabalgó hacia el enemigo. Los reyes de Aragón y de Navarra, viendo a su colega, hicieron lo mismo. Con vergüenza torera y un par de huevos, ondearon sus pendones y fueron a la carga espada en mano. El resto es Historia: tres reyes españoles cabalgando juntos por las lomas de Las Navas, con la exhausta infantería gritando de entusiasmo mientras abría sus filas para dejarles paso. Y el combate final en torno al palenque, con la huida de Al Nasir, el degüello y la victoria.






Bandera almohade. Monasterio de las Huelgas. Burgos




¿Imaginan la película? ¿Imaginan ese material en manos de ingleses, o norteamericanos? Supongo que sí. Pero tengan la certeza de que, en este país imbécil, acomplejado de sí mismo, no la rodará ninguna televisión, ni la subvencionará jamás ningún ministerio de Educación, ni de Cultura.

miércoles, 14 de julio de 2010

lunes, 12 de julio de 2010

sábado, 10 de julio de 2010

El Estado impotente

Una avalancha de asuntos incontrolables a nivel nacional amenaza la estabilidad de los Estados. En los nichos escasa o nulamente controlados se cargan gigantescas bombas de relojería. El mercado de los derivados sigue valiendo hoy unos 600 billones de dólares. Diez veces el PIB anual del mundo entero. Más de 100 veces el presupuesto de EE UU. Disciplinarlo rigurosamente en una jurisdicción es inútil si en la de al lado no se hace lo mismo.









Un Estado, solo, no puede resolver ciertos problemas. El drama es que incluso los esfuerzos de grandes bloques regionales pueden ser tumbados por la laxitud o el legítimo interés contrapuesto de otros actores. La buena voluntad de UE en la cumbre contra el cambio climático no sirvió de nada por el rechazo a colaborar de otras potencias. En el G-20, el acuerdo de Europa y EE UU fue insuficiente para establecer impuestos al sector bancario.












En 1944-45, el mundo reaccionó al espanto de la II Guerra Mundial con un extraordinario florecer de instituciones internacionales concebidas para prevenir recaídas. La ONU, el FMI, el precursor del Banco Mundial fueron creados, entre otros organismos, en aquel entonces; el núcleo de lo que sería la UE nació poco después, sobre la base del mismo anhelo. Ese esfuerzo de arquitectura institucional reflejó nuevos equilibrios de poder y contribuyó decisivamente a que la segunda mitad del siglo XX fuese más pacífica y próspera que la primera.










Algo similar podría ser necesario de nuevo. Proyectos e ideas reformadoras abundan. Held, por ejemplo, propone la constitución de un Consejo de Seguridad para Asuntos Sociales y Económicos y apoya la iniciativa para la institución de una Asamblea Parlamentaria de la ONU. Lombardi insiste en la necesidad de reformar las instituciones existentes para que reflejen los nuevos equilibrios de poder, y de elevar sus credenciales democráticas aumentando la capacidad de escrutinio de sus actuaciones (la accountability).

Los proyectos abundan, en instituciones, think tanks, facultades. Las semillas de muchas ideas están siendo sembradas. ¿Tendrá que ser una vez más la violencia la que imponga su florecer?


ANDREA RIZZI 05/07/2010




martes, 6 de julio de 2010

Azaña, un intelectual en el poder

JOSÉ ÁLVAREZ JUNCO

Para sus partidarios, encarnaba los valores cívicos y laicos del régimen, como para sus enemigos los demoniacos y antinacionales. Para bien o para mal, él era la República. Y con razón, según se deduce de este libro de Santos Juliá: VIDA Y TIEMPO DE MANUEL AZAÑA (1880-1940)

Una obra centrada en el personaje, pues debatir los problemas políticos del largo periodo que cubre hubiera exigido una extensión inabarcable. Su tema no es la política española de 1900 a 1939: es Manuel Azaña, su evolución intelectual, estética y política, su psicología íntima, los dilemas específicos con que se enfrentó, las soluciones que ideó y defendió para ellos; y, en especial, los instrumentos políticos que utilizó, lo que casi equivale a decir sus discursos.

Juliá dedica casi trescientas páginas al Azaña anterior a 1931, en las que sigue con detalle su formación intelectual y política.

Nada de bohemia ni de indolencia; por el contrario, trabajo metódico, cuidadosa preparación de conferencias, lectura de libros de difícil acceso en el Madrid de la época; y actividad trepidante, con años en los que pudo ser a la vez secretario del Ateneo, funcionario de la Dirección de Registros y Notariado, pensionado en París, activista aliadófilo y director de revistas literarias como España o La Pluma. Nada, tampoco, de genialidades o giros políticos caprichosos; coherencia, en cambio, alrededor de una idea fija: la transformación del Estado, como instrumento de modernización de la sociedad. Y, pese a ello, tampoco jacobinismo: por el contrario, implicación seria en la opción posibilista dirigida por Melquíades Álvarez hasta que, tras concluir que la monarquía era el obstáculo más insalvable para la democratización y modernización del Estado, se sumó a quienes llamaban a la revolución republicana.





Manuel Azaña, en un mitin de Izquierda Republicana en octubre de 1935. Del libro ' Azaña, memoria gráfica. 1880- 1940'-



Azaña era un político "intelectual", en el mejor sentido de este término, es decir, alguien que estudiaba a fondo los problemas, tanto a partir de la historia española como por comparación, en especial del modelo francés. Aunque cabría preguntarse si el propio Azaña no relegó también la política. Porque su propio planteamiento de estadista, sus serios y coherentes diagnósticos histórico-políticos -que hacían de él un ser tan "raro"-, son la base de su convicción y de su atractivo, pero también de su insoportable sentimiento de superioridad, de su convencimiento de que todo lo podía resolver con un discurso. Lo que le llevaba a no dedicar tiempo a organizar un partido, a crear redes de clientelas, a buscar acuerdos con intereses corporativos; que son la esencia de la política.

Otro aspecto en el que esta biografía pulveriza la imagen acuñada por los enemigos de Azaña es el de su supuesto antipatriotismo. Azaña defiende el sentimiento nacional, pero en la línea de Cicerón o Maquiavelo: como orgullo de pertenecer a una sociedad capaz de dotarse de instituciones libres. La nación, así entendida, es para él un instrumento de modernización. Las identidades culturales se forjan, sin duda, a lo largo de siglos, pero sólo son naciones modernas cuando se asocia a ellas el sentimiento de soberanía colectiva sobre el territorio que convierte a los súbditos en ciudadanos. De ahí que las naciones, lejos de ser eternas, sean necesariamente recientes, observación en la que Azaña se adelanta a los enfoques hoy dominantes sobre el tema. La nación en la que él piensa es, además, compleja, y permite el reconocimiento de identidades culturales diversas. Lo que le hace defender el Estatuto catalán (a diferencia de Ortega, que sólo predica "conllevar" el "problema"), como instrumento de modernización, como avance hacia la adecuación del Estado a la realidad social. Siempre, claro está, que no fomente sentimientos patrióticos basados en la identificación étnica, que responden -en palabras del propio Azaña- a un "concepto islámico de la nación y del Estado" y cuyo modo de expresión es el "alarido".

No se plantea si la actuación de Azaña durante el segundo bienio no coadyuvó al triste final del régimen. No pidió, sostiene Juliá, la disolución de las Cortes tras los resultados electorales de 1933. Pero su pasividad como diputado en 1934-1935 no es coherente con su reiterada defensa del Parlamento como eje de la democracia; y su participación en las maniobras para desbancar a los radicales tras el asunto del estraperlo ayudó a liquidar el centro político en los cruciales meses anteriores a febrero de 1936. Ante la intentona revolucionaria de octubre de 1934, Juliá reconoce su ambigua actitud; y detalla sobre sus iniciativas en pro de una mediación británica durante la Guerra Civil, que en alguna ocasión sobrepasaron sus atribuciones constitucionales.



Manuel Azaña, Presidente de la República, visita el frente de Guadalajara durante la Guerra Civil. Del libro 'Azaña, memoria gráfica. 1880- 1940'.-



Los últimos momentos de la vida de Azaña son sobrecogedores. La Guerra Civil, drama personal y colectivo para todos, lo fue en especial para él. Era lo peor que podía imaginar. Todo su esfuerzo por civilizar el sistema político, por crear una nación de hombres libres, se venía abajo. Ante la tragedia sintió horror, asco, tentaciones de dimitir, en especial cuando le llegó la noticia de los asesinatos en la Modelo de Madrid, entre otros el de su antiguo jefe, Melquíades Álvarez. Supo siempre muy bien que los culpables de la matanza eran quienes habían urdido y perpetrado el golpe de Estado, un crimen de lesa patria. Los siguientes, en orden de culpabilidad, eran las democracias europeas, que habían abandonado al régimen republicano a su suerte. Pero atribuía también responsabilidad a los "leales", por ser incapaces de imponer disciplina e impedir los desmanes de sus grupos más radicalizados.

sábado, 3 de julio de 2010

jueves, 1 de julio de 2010

Ouka Leele

"El artista tiene que tener algo de curandero. Tiene que sanar a los demás, hacer lo que le sirva a la gente, no estar a expensas de las modas que imponen las galerías. Debe estar en medio, entre lo real y lo intangible"
Bárbara Allende (Ouka Leele), Premio Nacional de Fotografía 2005

La sacerdotisa Ouka Leele

El poder curativo del arte
















El público prefiere...