lunes, 25 de junio de 2012

El 'crack' del 29

El inicio del gran crac había comenzado meses antes. Alentados por la fácil obtención de crédito a precios ridículos, el mecanismo de las compras a plazo y una legislación poco clara y coherente, prácticamente todo ahorrador que se consideraba inteligente invirtió su dinero, y el que no tenía, en la Bolsa.

Así se explica que, entre 1926 y finales de 1928, el industrial del Dow Jones se doblara y en sólo tres meses, los del verano de 1929, este índice subiera otro 25%. Para el 3 de septiembre, cuando alcanzó su cota máxima, estaba ya en 381 puntos.

La fiebre por el mercado llegó a tal extremo (bastaba desembolsar tan sólo un 10% del precio de la acción con un dinero que costaba únicamente un 10% al inversor y un 5% al banco que acudía al Federal Reserve Board) que muy pocos prestaron atención a las noticias sobre los indicadores económicos. Así, John Galbraight recuerda cómo, en medio del verano de 1929, los síntomas de la crisis eran alarmantes. La construcción había descendido notablemente; la inversión en nuevas viviendas se había dirigido hacía otros objetivos; los inventarios industriales continuaban creciendo, hasta llegar a triplicarse de 1928 a 1929; el consumo, consecuentemente, se reducía.

Wall Street hizo caso omiso de las señales de alerta. El 3 de septiembre, el índice del DJ tocaba techo ignorando las medidas del Banco Central. General Electric, ATT, US Steel, etcétera, continuaban aumentando el valor de sus acciones, en un ascenso ininterrumpido de doce años seguidos, y las declaraciones de banqueros y agentes alentaban aún más a seguir esta tendencia.

Hasta el 24 de octubre, el llamado jueves negro. Ese día, tras un mes casi entero de pequeños reajustes, el Dow Jones perdió en una solajornada un 12% de su valor. El día anterior, el mercado había conocido momentos de ansiedad y temor, pero el hecho de que fuera una jornada en medio de tantas buenas, apenas tuvo impacto ese mismo día. A la jornada siguiente, sin embargo, todo cambió. Las órdenes de ventas inundaron las oficinas de los brokers, el pánico invadió el edificio y sus autoridades incluso llegaron a cerrar la galería de visitantes.

El lunes, la situación volvió a las mismas que el jueves. Los bancos, temerosos de una nueva repetición, comenzaron a protegerse de los agentes. Estos, de sus clientes, y éstos, de sí mismos. Ese día, la General Motors perdió casi 2.000 millones de dólares en el valor de su capital efectivo. A la jornada siguiente, el famoso martes negro, día 29 de octubre, festividad de los santos Narciso y Feliciano, el mercado estaba ya sin ningún tipo de control. A las tres horas, ocho millones de acciones habían cambiado de manos. Al cierre, el número se elevó a 16,4 millones.

Alguien quiso cerrar la Bolsa, pero los directores decidieron, de mutuo acuerdo, mantenerla abierta al costo de unas pérdidas, en sólo dos días, de 69 puntos en un Dow Jones que quedó a 230.

La gran depresión había comenzado, y a qué costo. En 1933, el producto nacional neto norteamericano era, a precios constantes, un 50% inferior al de 1929, el desempleo afectaba a un 25% de la población activa y la renta per cápita era, ese mismo año, la misma que en 1908. En resumen: un salto atrás de un cuarto de siglo y un golpe psicológico cuyo recuerdo hoy todavía levanta heridas en el mundo occidental.

"Jueves negro"; el día en que sucumbió Wall Street
ALBERTO VALVERDE 24 OCT 1979


Toma el dinero y corre


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