jueves, 1 de mayo de 2014

Sociología

Parece claro que el fin último de las reformas de la administración local, educativa, sanitaria, y judicial no es de naturaleza tecnoeconómica sino política. Estamos ante una avanzadilla ideológica encaminada a la transformación del modelo social de convivencia vigente en España (y en Europa) sin que un cambio de tal calado haya sido explicitado en Programa electoral alguno.

Y esa es la causa de que su finalidad se presente de manera soterrada. Un discurso tecnócrata supuestamente desideologizado ha usurpado el lugar que le correspondería a un discurso propiamente político. Así se explican las dramatizaciones sobreactuadas del Gobierno español y de otros agentes acerca de la gravedad de la situación en términos exclusivamente economicistas. A la ya dura gravedad real, se le añade una gravedad construida, exagerada, teatralizada, una retórica hueca plagada de argumentaciones falaces. Con la palabra se construye la realidad y con el teatro, convertido en forma de legitimación política, se sustituye la voluntad popular. Mediante el lenguaje se está tratando de provocar la transmutación de la polis en un soez mercado especulativo.

La naturaleza política de las reformas emprendidas se deja ver con mayor claridad en el tránsito que proponen del concepto de “ciudadano” al concepto de “asegurado”. La salud, la educación o la justicia pierden su naturaleza de derechos políticos para pasar a ser productos consumibles en función de la renta. Con el agravante de que la economía del sujeto ya no dependería de su propia laboriosidad o sus habilidades para el ahorro, depende de decisiones que se toman en brumosos mercados financieros altamente volátiles. En estas condiciones se entiende lo incomprensible: que un partido político democrático tuviese miedo a unas poblaciones “educadas para la ciudadanía”. Era lógico. ¿Para qué iban a formar ciudadanos si lo que pretenden es “recortarlos” mediante su reconversión en asegurados y beneficiarios?

Asistimos a la sustitución de la política democrática en sentido pleno por las decisiones interesadas de unas élites político-económicas que solo conducen a una intensificación brutal de las desigualdades sociales.

Juan Manuel Jiménez @ELPAÍS



EL ROTO, 4  de abril de 2014 @elpais



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