miércoles, 14 de febrero de 2018

Quevedo

Amor constante, más allá de la muerte


Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

más no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán cenizas, más tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.



Francisco de Quevedo
(1580-1645)




No hay comentarios:

Publicar un comentario

El público prefiere...