viernes, 17 de junio de 2011

Tell Halaf





JACINTO ANTÓN - Berlín

Es difícil no sentirse desconcertado ante las extravagantes figuras de los viejos dioses arameos resucitados. Rescatados del olvido y desenterrados a principios del siglo XX por el aristócrata alemán Max von Oppenheim en Tell Halaf, Siria, en la que es una de las grandes aventuras de la arqueología, sufrieron una segunda muerte al ser bombardeado durante la Segunda Guerra Mundial el museo que los albergaba en Berlín y quedar reducidos a minúsculos fragmentos.

Hace 3.000 años, en el fértil valle del río Khabur, entre el Éufrates y el Tigris, estos seres fabulosos fueron objeto de culto y respeto en la ciudad-estado de Guzana, capital del principado arameo de Bit Bakhiani (la Casa de Bakhianu), posteriormente sometida por los asirios.









En 1899, durante una expedición de seis meses en el norte de Siria, en caballo y camello, el explorador de bigotes guillerminos oyó hablar en el campamento del temido jefe beduino Ibrahim Pasha de unas extrañas esculturas enterradas en la arena. Y el 19 de noviembre descubrió Tell Halaf.

"Así que me quité el traje de diplomático y me convertí en explorador". Es imposible separar la historia de Tell Halaf, lugar que se ha comparado a Troya y a Babilonia, de la de su descubridor, el barón Max von Oppenheim (Colonia, 1860-Landshut, Baviera, 1946), un personaje digno de codearse no ya con los grandes de la arqueología, los Schliemann, Layard, Woolley o Carter, sino con los protagonistas de Julio Verne y de la gran tradición de la literatura de aventuras. Salacot, revólver y ruinas, ¡qué gran combinación!

En 1911, tras renunciar a su puesto de diplomático imperial, regresó al lugar para excavarlo en serio. Él no lo sabía, pero había dado con un yacimiento riquísimo, que hasta ha proporcionado nombre a un período (sexto y quinto milenio antes de Cristo) del Neolítico en Oriente Medio. La guinda es la ciudad aramea con su ciudadela amurallada y el palacio de Kepara, hijo de Hadianu, y su famosa fachada de seis metros con la tríada divina Teshub (Baal), Hebat y Sharruma como pilares que von Oppenheim reconstruyó en su museo berlinés. Se llevó muchas cosas maravillosa, entre ellas la "diosa entronizada", su estatua favorita, de largas trenzas y pintoresca expresión de personaje de comic que los trabajadores bautizaron como "la novia" del explorador.

A Samuel Beckett, que los contempló en 1936 en su museo original, le parecieron fascinantes los seres mitológicos arameos. "Soberbiamente demoniaco, siniestro, implacable", anotó de una estrambótica rapaz de piedra de mirada hipnótica .








VÍDEO: Los tesoros de Tell Halaf reconstruidos en Berlín - Euronews, le mag







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