martes, 22 de junio de 2010

Ghirlandaio




La fascinante mezcla de serenidad, melancolía y emoción encerrada en El retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni, pintado por Domenico Ghirlandaio entre 1489 y 1490, es sin lugar a dudas una de las joyas de la corona de la colección Thyssen. Pieza favorita del mismísimo barón Thyssen, el retrato es, en sí mismo, un punto de peregrinación para los amantes del arte.

En torno a él se aglutina la exposición Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia, más de 60 obras maestras (Pollaiuolo, Botticelli, Verrocchio, Filippo y Filippino Lippi, además del propio Ghirlandaio) que hasta el 10 de octubre se pueden ver en la sede madrileña del museo.









Todas las obras han sido instaladas para destacar la historia de la bellísima Giovanna. Nacida el 18 de diciembre de 1468, la octava hija del matrimonio formado por Masso di Luca Degli Albizzi con Caterina Soderini vio cómo el acontecimiento más importante de su corta vida era su matrimonio con Lorenzo Tornabuoni, un riquísimo heredero vinculado a los poderosos Médicis. Ella tenía 18 años y durante tres días se convirtió en la protagonista absoluta de los festejos nupciales. Al año siguiente, nació su primer hijo, Giovanino. No sobrevivió al segundo embarazo y murió a punto de cumplir los 20.

Su rostro ha sobrevivido al paso de los siglos gracias al retrato póstumo que la familia encargó a Domenico Ghirlandaio para presidir los salones del palacio. En él se ve a la mujer de perfil, vestida con encajes, peinada con un moño y adornada con vistosas joyas de oro, perlas y rubíes. Al fondo cuelga un collar de coral, objeto que, de una forma u otra, aparece en casi todos los cuadros de la época y que servía para conjurar maldiciones. El libro de horas completa la composición de la tabla.
Historias de refinamiento y poder - ÁNGELES GARCÍA -







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