En su refugio de Woodstock, de vuelta de una gira agotadora, no tiene muy claro cuál será su camino de aquí en adelante. El viejo folk de Guthrie y Seeger se le queda pequeño, pero de repente Bob Dylan sufre un trance poético que de forma automática derramará sobre diez folios en blanco: «Once upon a time you dressed so fine / Thew the bums a dime, in your prime…» («En otro tiempo ibas muy elegante, estabas en la flor de la vida y le arrojabas centavos a los mendigos…»).
Bob llegó al estudio y empezó a comerse el coco. La canción estallaba en su cabeza pero no había forma de conectarla con algo parecido a un pentagrama, algo mínimamente entendible, emocionante. Se sienta al piano, se levanta. Al Kooper tamborilea sobre su teclado Hammond. Dylan ve la luz. Ahí, ahí. El grupo lo intenta una y otra vez, hasta cinco, la cosa no acaba de cuajar. La canción se les va de las manos, se pierde, la buscan y no la encuentran. Mañana será otro día. 16 de junio de 1965. Una, dos, tres tomas. A la cuarta va la vencida.
Había echado a rodar una de las canciones más extrañamente bellas, más intensas de la historia del rock and roll: «Like a rolling stone», seis minutos de desasosiego, de angustia, de venganza, como si Dylan clamara en el desierto: «Dime, cómo sienta estar sola, sin un hogar al que ir, una completa desconocida, como una puta bala perdida».
MANUEL DE LA FUENTE / MADRID
THE ROLLING STONES, "LIKE A ROLLING STONE":
http://www.youtube.com/watch?v=tuGjBNSRi1c&feature=related
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