sábado, 3 de octubre de 2009

Juan Carlos Mestre

Juan Carlos Mestre logra el Premio Nacional de Poesía

El autor, también un destacado grabador, recibirá 20.000 euros por su obra 'La casa roja'

AGENCIAS - Madrid - 01/10/2009


Escuche aquí un poema de Juan Carlos Mestre.
Lea aquí 'La casa roja'



El poeta Juan Carlos Mestre ha sido galardonado hoy, por su obra La casa roja, con el Premio Nacional de Poesía, que concede el Ministerio de Cultura. Este galardón está dotado con 20.000 euros. Mestre, poeta y artista visual, se licenció en Ciencias de la Información en la Universidad de Barcelona y es autor de los poemarios Siete poemas escritos junto a la lluvia (1982), La visita de Safo (1983), Antífona del Otoño en el Valle del Bierzo (Premio Adonais, 1985), Las páginas del fuego (1987), La poesía ha caído en desgracia (Premio Jaime Gil de Biedma, 1992) y La tumba de Keats (Premio Jaén de Poesía, 1999), libro este último escrito durante su estancia como becario de la Academia de España en Roma. Su obra poética entre 1982 y 2007 ha sido recogida en la antología Las estrellas para quien las trabaja (2007).
http://www.elpais.com/articulo/cultura/Juan/Carlos/Mestre/logra/Premio/Nacional/Poesia/elpepucul/20091001elpepucul_3/Tes


Pintor y creador visual, además de vate de larga trayectoria, autor de libros como «Antífona del otoño en el Valle del Bierzo» y «La tumba de Keats», Juan Carlos Mestre escribió «La casa roja» (Ed. Calambur) durante nueve años, un libro de alguien que asegura que no tiene «una relación literaria con la poesía. En ese sentido, comparto la idea de Gamoneda cuando señala que poesía es un proyecto espiritual y no un proyecto de sociología de lo literario».

Mestre abre de par en par la puertas de «La casa roja», un lugar que es «una casa de huéspedes abierta a los desterrados de la razón, a aquellos que han hecho de su vida una apuesta por la imaginación, por los sueños, aquellos que en las amargas canteras de la Historia levantaron su voz para desobedecer». Un hogar imperecedero para un puñado de inquilinos conscientes de que «no hay más alto destino para el arte que no sea el elogio de la dignidad humana y la lucha por el derecho civil a la felicidad».






Antepasados

Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
al hambre le llamaron muralla del hambre,
a la pobreza le pusieron el nombre de todo lo que no es extraño a la pobreza.
Poco es lo que puede hacer un hombre con el pensamiento del hambre,
apenas dibujar un pez en el polvo de los caminos,
apenas atravesar el mar en una cruz de palo.

Mis antepasados cruzaron el mar sobre una cruz de palo,
pero no pidieron audiencia,
así que vagaron por los legajos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.

Y llegaron a los arenales,
en los arenales la tierra es brillante como escamas de pez,
la vida en los arenales sólo tiene largos días de lluvia y luego largos días de viento.

Poco es lo que puede hacer un hombre que solo ha tenido en la vida estas cosas,
apenas quedarse dormido recostado en el pensamiento del hambre
mientras oye la conversación de los gorriones en el granero,
apenas sembrar leña de flor en la sábana de los huertos,
andar descalzo sobre la tierra brillante
y no enterrar en ella a sus hijos.

Mis antepasados inventaron la Vía Láctea,
dieron a esa intemperie el nombre de la necesidad,
atravesaron el mar sobre una cruz de palo.
Entonces pusieron nombre al hambre para que el amo del hambre
se llamara dueño de la casa del hambre
y vagaron por los caminos
como los erizos y los lagartos vagan por los senderos de las aldeas.

Poco es lo que puede hacer un hombre con las migas de la piedad,
comer pan mojado los días de lluvia a los que luego seguirán largos días de viento
y hablar de la necesidad,
hablar de la necesidad como se habla en las aldeas
de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo.

Antífona de otoño en el valle del Bierzo. (Rialp, 1986)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El público prefiere...