jueves, 29 de octubre de 2009

¡Muerte a la pintura burguesa! ¡Viva el arte útil!


NATIVIDAD PULIDO - MADRID


Febrero de 1917: huelgas y manifestaciones en Petrogrado acaban con el ejército en armas y, un mes después, abdica el zar Nicolás II. Ha estallado la Revolución bolchevique. Marzo de 1925: Rodchenko viaja a París como miembro de la delegación soviética para participar en la Exposición Internacional de las Artes Decorativas e Industriales Modernas. Entre una y otra fecha -tan sólo ocho años- ocurrieron muchas e importantes cosas en el arte ruso. Fue, en palabras de Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, «un momento extraordinario del siglo XX».




En esos años en los que el cubismo y el futurismo han dejado huella en Europa, un movimiento artístico experimental irrumpió con fuerza en Rusia con la Revolución: el constructivismo. Los sóviets creían que el arte se había ensimismado y aburguesado. Había, pues, que dar muerte a ese arte puramente estético. ¡Viva el arte útil! Nace entonces el artista-ingeniero, cuyas obras debían ser como un objeto manufacturado más. Su objetivo, mejorar la vida del pueblo a través del arte. Y en ese ambiente es donde se enmarca el trabajo llevado a cabo en aquellos intensos y productivos ocho años por Rodchenko y Popova. Ambos «marcan el punto de no retorno de una vanguardia militante que se radicaliza -explica Borja-Villel-, se vuelve autoconsciente y declara una muerte de la pintura en pos de los nuevos valores de la construcción».












La aventura constructivista acabó con la llegada del estalinismo y deja paso al gris y rancio realismo socialista: Rodchenko y compañía (Popova muere en 1924) deben volver a la pintura de caballete y la escultura monumental.







Popova, por Rodchenko





Además, la Fundación Canal exhibe desde mañana y hasta el 3 de enero "Rodchenko fotógrafo. Revolución en la mirada", una muestra de la originalidad de los planteamientos y perspectivas del artista.


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